lunes, 11 de abril de 2011

Hamlet criollo (bis n): algo huele a podrido y no es en Dinamarca

Estimad@s:

Necesito toda la ayuda que puedan los lectores ofrecer a efectos de desmentir lo que reza a continuación, que recibí de fuente confiable, tiene la firma de un muy prestigioso periodista y escritor, pero no puedo confirmar nada de ello personalmente. El único dato que sí puedo sumar es que la señora esposa del Director de la DINARA es la Secretaria del Sr. Fernández, propietario de FRIPUR, lo cual puede ser mera coincidencia y (como quedó demostrado en el fallo disfrutado por la Sra. De Mello, esposa del Senador Fernández Huidobro, al cierre del caso CLANIDER) no es prueba de corrupción ante ningún tribunal. No sólo ciega es la Justicia en estos días: también perdió el olfato.

Yo no soy Pedrito pa pedir que me desmientan,además no soy yo quien esto dice; pero le ruego a quien pueda hacerlo lo haga porque, si nadie puede, se estará poniendo ontra piedra más en la bolsa que cuelga del cuello de los autoproclamados incorruptibles y fundadores del país de primera; que nada han hecho ni dicho a este respecto.

Lo peor no es que -al parecer- no hay espacio político ajeno a estas prácticas (eso era obvio antes de 2005 para quien lo quisiera ver) sino saber que todo esto perjudica globalmente al sistema político, ya que, ante la reiteración de este tipo de hechos y actitudes, crece la impresión popular de que "son todos iguales".

Gracias por lo que puedas hacer, sea desmentirlo o difundirlo.

Eldo Lappe

"Por culpa de la empresa Fripur –cuya planta industrial no cumplía con las normas sanitarias vigentes- la Unión Europea suspendió sus compras de pescado uruguayo entre noviembre de 2007 y junio de 2008.

Las irregularidades habían sido denunciadas dos veces por inspectores de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos. Dada la gravedad del asunto, los técnicos aconsejaron multar a Fripur con el máximo monto posible: unos 115.000 dólares. Pero la Dinara nada hizo hasta que llegó la sanción europea.

Casi tres años después de la denuncia de los técnicos y cuando las exportaciones ya se habían retomado, el gobierno uruguayo multó a Fripur en apenas 2.300 dólares (46.000 pesos): una cifra 50 veces menor a la aconsejada por los técnicos y 34.782 veces más chica que el dinero que, según informó El País, Uruguay perdió por culpa de la empresa: 80 millones de dólares. El caso fue llevado a la Justicia por el abogado Gustavo Salle.

Ocurre que el presidente José Mujica es muy amigo del señor Alberto Fernández, dueño de Fripur. Fernández, tan generoso, le prestó una de sus avionetas a Mujica durante la campaña electoral. Fernández, tan patriota, pagó de su bolsillo la banda presidencial que lució Mujica cuando asumió el 1 de marzo.
Fernández, tan desprendido, colaboró con 15.000 dólares para solventar la fiesta con la cual se celebró la asunción de Mujica. Y quién sabe qué más. Siempre surgen imprevistos en las campañas electorales.

Mientras la Justicia se toma su tiempo para entender en el caso, en los últimos días han aparecido nuevos datos. Durante los meses en que sus exportaciones a Europa estuvieron suspendidas, Fripur adulteró las etiquetas de sus productos, de modo de poder vender el mismo pescado una vez reabiertos sus mercados.
En la última edición del semanario Brecha, en un completo informe sobre esta escandalosa situación firmado por la periodista Rosario Touriño, se publican las fotos de las etiquetas adulteradas. Las fotografías fueron tomadas por una inspectora de la Dinara que denunció el caso a sus superiores. Estos archivaron la denuncia sin investigarla. Su jefe le pidió a la inspectora que por favor no le complicara la vida.

Las vidas se complican cuando se controla y se toman fotos en la empresa de alguien tan patriota, tan generoso y tan desprendido como el señor Fernández.
Según cuenta Brecha, la inspectora que constató la nueva irregularidad de Fripur –gracias a la cual Uruguay habría exportado pescado vencido- fue alejada de su tarea, separada de su cargo, destinada a tareas menos comprometedoras en el puerto de Montevideo, bien alejada con toda seguridad de las amistades del presidente.

Todo esto ya ha salido publicado en la prensa, sin mayores repercusiones. Y esto último es lo que más me asombra. Es algo que cuesta explicar, pero que es cierto: si una historia como ésta hubiera ocurrido en un gobierno de los partidos tradicionales, estaríamos viviendo días de escándalo. Todo el Uruguay estaría hablando de Fripur, los muros de toda la ciudad reflejarían la indignación ante tanto pescado podrido, las redes sociales arderían de comentarios furiosos, mis amigos periodistas no hablarían de otra cosa. Pero con el Frente Amplio no pasa nada.

Hice la prueba. Busqué “Fripur” en Twitter: apenas unos pocos mensajitos descafeinados. Solo uno de mis 1.200 amigos en Facebook divulgó la tremenda nota de Brecha. Como los doce muertos de la cárcel de Rocha, de esto no habla nadie. Todo está ahí, pero nadie quiere verlo. Ni olerlo.

Hay un electorado cautivo que está siendo abusado: hasta una heladera le pusieron como candidata. El Partido Colorado gozó del mismo privilegio durante décadas. Tenía una gigantesca masa de votantes incondicionales. Sus líderes también abusaron. No terminaron bien. Hoy los dirigentes del Frente Amplio disfrutan y se sienten impunes. Se sienten tan seguros de su electorado cautivo que, mientras la Justicia estudia las denuncias del escándalo Fripur, ellos, olímpicos, se sacan fotos de sociales con el señor Fernández, tan generoso, tan patriota, tan desprendido.

La revista Caras y Caretas la publicó hace pocas ediciones. Fue tomada en un festejo en honor al general Seregni, pobre. En ella se ve al propietario de Fripur con el sonriente vicepresidente de la República, Danilo Astori; con la sonriente intendenta de Montevideo, Ana Olivera; con el sonriente intendente de Canelones, Marcos Carámbula, y con el sonriente presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto.
Solo falta el presidente Mujica. Debe ser el que sacó la foto.

Cuando comencé a trabajar como cronista sindical, decir Fripur en el PIT-CNT era una mala palabra. Era peor que decir Sanguinetti o FMI, lo juro. Abundaban las denuncias en contra de la compañía: a las empleadas no las dejaban ir al baño y muchas se orinaban en las líneas de producción. Hoy Fripur ya no es más la empresa del pichí. Hoy es la compañía de la avioneta, de la banda presidencial, de la fiesta del Pepe, de las fotos en sociales, de las multas truchas y las denuncias no investigadas.

Felicitaciones.

Han logrado hacer lo mismo que siempre criticaron tanto.

Artículo de Leonardo Haberkorn

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