lunes, 21 de junio de 2010

¿Nunca más qué? ¿Qué nunca más?


Estuve en el primero (adjunto mi crónica). Nunca más fui.

El sábado, me pareció bien casi casi todo lo que dijo el Presidente en la tele. Haría un par de precisiones nomás: lo demás se lo compro todo.

La primera es que, después de la Libertad, viene una fila a lo ancho, donde no se ceden preeminencia entre sí el respeto por uno mismo y por los demás, por las Instituciones y por el Derecho, la solidaridad y la (pre)ocupación por los menos favorecidos, la fe en la Educación como único método verdaderamente revolucionario y en la tolerancia y la aceptación de las diferencias como método de convivencia.

La segunda es que -ya que se le dio por aplaudir el acomodo de parientes que ahorran- ahorre Usted, Presidente. No diga palabras de más, que enriedan y enredan. Con decir

"NUNCA MÁS TERRORISMO"

a cualquier buen entendedor le alcanza. Igual, a la gilada no hay quien la conforme.

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¿“Nunca más”, qué? ¿Qué “nunca más”? ¿A qué vas, pelado? Una tras otra, las preguntas venían, y las respuestas huían. Una única certeza: qué frío de mierda. - “Frío tienen los muertos, me dice el que me habla, a veces, desde adentro. - Tenés razón, pero vení vos a dar pedal, tesorito, responde mi aterida osamenta.

Déle darle pedal a la vida, me deslizo por un túnel de polícroma estulticia que -desde los carteles- me grita: “El olvido no se decreta. Ninguna reconciliación”. Firma OLC, sigla desconocida para mí, que debe querer decir Odio Libre y Contra, Oligofrénicos Libertarios y Combativos, o algo revolucionario e iluminado por el estilo, casi seguro.

Son las once menos veinte, y Dieciocho está casi normal. Mala cosa. A tan pocas cuadras de la Plaza Independencia, acercarme haciendo fácilmente slalom entre tantos ómnibus y autos, con tan poca gente en las veredas y nadie por la calle, sólo puede significar lo peor: la convocatoria es un fracaso. No hay caso pelado: salvo por el Manya, lo tuyo no es estar con la mayoría.

Primera reflexión, salida de los restos del que supe ser cuando era -a mi modo- parte de este negocio: lo más granado del presente y (believe it or not) futuro del sistema político llamó. Nadie vino. Los analistas hablarán mucho, acertarán poco, y cobrarán bastante por decirnos por qué creen ellos que la gente se quedó en casa. Cada facción dirá que fue porque tenía razón (te vy'a dar punto final y reconciliación, te vy'a dar terrorismo de Estado y nada del otro, te via dar Vazquismo, te vy'a dar...

-Lástima darías de quedarte en casa, responde mi insurrecto de siempre.

Vienen a mi mente los tres dinosaurios no convocantes, que -a su modo- también tenían razón al decir “no, no sé, no puedo, esto es lo que puedo” cuando gobernaban; y también al decir, hoy, “a esto, no voy”. ¿Se arrogarán este pírrico triunfo, los eptagenarios destructores de las divisas históricas? ¿Qué dirá el convocante principal? Si y no, tal vez. Con calma y convicción, seguramente.

Reflexiono: los nuevos líderes políticos se pelearon por (o acataron y fueron a) acompañar al Dr. Vázquez a velar los restos de una buena idea en pésima fecha, salieron todos en la foto y no convocaron a nadie. Se me enciende una luz de alarma cívica pensando en la necesaria representatividad de los partidos políticos, que -a Dios gracias- rápidamente se apaga, cuando pienso que las encuestas dicen que la gente dio por laudado el tema con el triunfo del voto amarillo y tiene otras prioridades. Además, la convocatoria fue tan confusa, que había tantas razones para estar presentes (muchas de ellas incluso antagónicas entre sí); y otras tantas para no venir. Menos mal que Juan Castillo y todos nos dieron libertad de acción. (Pdrrrrrr. VG: pedorreta).

Llegué a Andes y la valla (que puteé bajito y lindo cuando dijeron en la radio que la habían instalado) era para los autos. Menos mal. Pensé que el personalismo del quetedije además del cigarro y la posibilidad de hacerme un aborto, también me arrancaría de las manos el orgullo de haber nacido, crecido y medio envejecido en un país donde los Presidentes están al alcance de la gente al menos los feriados, aunque algún energúmeno use la maravillosa tradición para escupir al que sabe que no le va a pegar ni a hacer pegar.

Vine, vi, y me convencí: no hay nadie. Un puñado de veteranos como (o más que) yo, un montón de gorras y uniformes verdes a la derecha (comme il faut) como yendo pa'l Victoria, un puñado de desubicadas banderas del Movimiento de Rocha, una solitaria (y también desubicada) de las que le afanaron a Otorgués, y cientos de regaladas banderitas uruguayas de plástico con la frase Nunca Más (el Ruso Rosencoff podría hacer la guita con el royalty), flameando al son de una batería de murga que arrancó saludando al Presidente, en ominosa ignorancia del llamado a silencio del clarín.

¿A qué venía yo...” decía uno en la tele, en blanco y negro, cuando yo tenía el cabello en su lugar. Ah, si, ya me acordé. La vez anterior que un Presidente nos llamó a esa Plaza, en 1973, con la gloriosa certeztupidez de mis 17 años, creí que no tenía que venir, que Bordaberry era un facho de mierda y que mejor lo volteábamos y venía un gobierno progresista, aunque hubiera que fumarse a los milicos que cuando les dijéramos cucha se iban a ir. Generales del Pueblo me enseñaron a llamarlos.

Aquella vez estuvieron el Chulo Olveira, mi abuela Nerea, y cuarenta viejas más. Estén donde estén, les mando mi humilde y tardío reconocimiento, y una buena noticia: la semilla de democracia ejercida y defensa de las instituciones que sembraron inadvertidamente en mí, es un fuerte y nada flexible árbol. Quiera Dios que no la haya pero, si hay una próxima vez que alguien ose, no ya levantarse, sino afilar el sable o la ideología contra el Gobierno puesto allí por el pueblo, sepa que me tendrá allí, enfrente, con la mansa certeza que da saber cómo es vivir con miedo y estar seguro de no querer repetir. A muerte será la cosa.

¿A qué venía, yo? Con el apuro, hoy de mañana me olvidé de tomar la pastilla. Ah, si: demás de a cumplir con el aprendido mandato republicano, a llorar mis muertos: mi país que iba a ser, mi Uruguay tolerante, mi lo que pude ser, mis conocidos y desconocidos asesinados, destrozados o simplemente enfermados por la sinrazón; los de un lado, los del otro, y los de ninguno. Ya que estaba, también lloré mi miedo de años, y el de ellos, y la emoción de saber que mis hijos no lo van a tener que vivir, y que -tal vez, si consigo explicarles- ellos puedan transmitir y acrecer esta débil llamita que hoy se llama “nunca más” y mis nietos tampoco lo sufrirán.

Como buen uruguayo, yo tuve razones propias para reunirme a decir nunca más.

Nunca más peludos, aripucas, taiperos, peones de estancia pagos con fichas, uruguayos en la mejor posición explotanto a uruguayos en la peor, defendidos (o no atacados, que es lo mismo) por una legislación creada por y para ellos, y un gobierno que sólo representa servir a la República. Nunca más cantegriles ni pobres que no tienen nada que perder.

Nunca más la mejor gente abrazando las mejores ideas y -en su nombre y en el del amor por el Ser humano- emprendiendo las peores causas y acciones; olvidando lo más importante: no hay idea, por buena que sea, que valga una vida, propia o ajena. Mejor dicho: para la propia hay una: la Libertad. Pero eso es otra cosa, y sólo mi vida es mía (a veces ni eso).

Nunca más un Presidente que crea que porque tiene el 20 o el 50% de los votos atrás puede hacer lo que quiere y despreciar al Parlamento, que -por malo que sea- tiene el 100% del respaldo popular. Ojo, Dr. Vásquez.

Nunca más un Parlamento al servicio de los parlamentarios. Nunca más 383, autos baratos, lujo de la miseria ni falta de Quorum.

Nunca más aparatos armados fuera del Estado (y me gustaría saber hasta cuándo dentro). Nunca más Estado de Guerra interno ni externo, en la calle ni en mi corazón.

Nunca más militares salvadores ni apoyos estratégicos. Nunca más lógica de los hechos ni acusaciones de democracia burguesa: Democracia hay una sola, es la que quiero para vivir, y se lleva mal con los adjetivos.

Nunca más tortura sistemática ni esporádica. Nunca más el poder del estado oprimiendo, asesinando y enterrando clandestinamente a quien debe ser su desvelo, que no es otro que el cualquier miembro del pueblo que le da sentido.

Nunca más A, B y C ni proscripciones. De parte de ningún Gobierno ni de nosotros mismos. Nunca más fachos ni bolches, ni espectadores de la lucha devenidos en cobardes o traidores.

Nunca más nadie sembrando odio en el alma de los jóvenes. Estos o aquellos.

Nunca más tanques en la calle, ni molotov, ni piedras para hacerles frente.

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Yo estuve allí, y les digo: No hay nunca más. No hay reconciliación. No hay punto final. Ni siquiera entre los que estuvimos allí. Pero hicimos bien en intentarlo por primera vez, otra vez, hoy.

No los hay ni los habrá, hasta que -uno por uno, todos- podamos accionar el maravilloso mecanismo humano del olvido. No hablo de perdón: no soy quién para perdonar a nadie: cada uno sabrá por qué hizo lo que hizo, debe vivir con eso hasta el último día, y no es cosa de lo que se dice sino de lo que se siente.

Olvido. Genial invento que nos permite vivir sin el horrible tormento del recuerdo del miedo de nacer, el calvario del parto, el hambre y el frio primigenios, el primer grito o sopapo de Mamá o Papá, el primer rezongo de la Maestra, la primera humillación, la primera traición, el primer desamor, y tantas y tantas cosas tanto, tan, dolorosas que la vida regala a puñados.

Todos lo tenemos.

Sólo hay que usarlo para esto tan chiquito y poco importante que se llama ideología. Si los Familiares no pueden, sabré comprender. Todos los demás que no lo hagan, están, simplemente, condenándose a vivir en el dolor autoimpuesto, que es como el Infierno pero acá, todos los días.

En este mundo Verdad y Justicia son conceptos abstractos. Si las hay de verdad, sólo pueden estar en el mejor y más limpio rincón de nuestro corazón.

Y ahí no cabe el rencor.

Si te rompí demasiado las pelotas, te prometo que nunca más. Pero no te olvides de mí.

Publicado el 19 de junio de 2007 a las 17.28

miércoles, 16 de junio de 2010

Hoy es 16 de junio


Más allá de la falta de educación y de estatura cívica, política e histórica de una Administración municipal capaz de tener el Monumento a Wilson en el estado infame que lo mantiene, repito, como hace muchos años: hoy es 16 de junio.


La respuesta de muchos, probablemente sea "Sí. ¿Y qué?” Juega Uruguay, se levanta el piquete, mañana es diecisiete...


El sábado 16 de junio de 1984 fue, desde mi punto de vista, un día clave para el país. Ese día, regresó de su exilio el Sr. Wilson Ferreira Aldunate, y cada uno seguramente tiene una opinión al respecto y sobre él. O no, pero el tema no es ese.

La tarde anterior, caminando por el Centro, había visto pasar jeeps con ametralladoras de combate empuñadas por soldados de pie, seguidas por camiones de tropas, tanquetas y tanques. Iban a tomar posición en la zona portuaria.


Nunca he sido demasiado valiente, pero ese vano intento amedrentador sólo consiguió despertar en mí una rebeldía final, arrinconada hasta entonces por el miedo.

"Otra vez, no", sentí que me decía "esa" voz que todos alguna vez escuchamos dentro.

"Una vez, ya no salimos a la calle, pero ahora ya sabemos cómo es vivir en el terror. Si no se van, ya no importa. Tiene razón Juan Chahuanco: para vivir como vives mejor no morir de viejo". A esa altura tenía casi 30 años, y una hija de tres. Ambas cosas también me empujaban. Al miedo y a la decisión.

Esa noche no dormí. Reuní todo el (poco) coraje que uno encuentra después de vivir once años con miedo y -muy tempranito- me fui para Agraciada y Nueva York, en la zona donde se suponía nos reuniríamos con otros locos como yo, para manifestar.


Era una hermosa mañana y el panorama, desolador. Unos puñaditos de gente que más evidenciaba su candor que su práctica militante o de lucha callejera, exhibía una modesta y decorosísima decisión sólo superada por su terrible indefensión y falta de condiciones para enfrentar lo que se venía.


Alcanza recordar que por entonces la represión había recrudecido, en directa proporción con la expresión cada vez más inocultable de que la gente estaba harta de los militares. Un tiempito antes, en la feria de Tristán Narvaja le habían pegado a todo el mundo: no se salvaron ni las viejas con la chismosa en la mano, los puesteros. Nadie.


Ahora, habían sacado los tanques. Los granaderos estaban prontos como siempre, y cerca como nunca. Frente a ellos, esperando, con la mansa decisión del que sabe que tiene razón, poco para perder y mucho para ganar, mujeres de tacos altos y cartera, veteranos heroicos (entre los que recuerdo nítidamente a Maneco Flores Mora, por entonces ya herido de muerte por la enfermedad, pero con el alma y la pluma en flor) y unos cientos de nosotros.


Los helicópteros sobrevolaban continuamente la zona, a baja altura, aturdiéndonos con ese sonido característico, para siempre asociado al genocidio de Vietnam, al de Afganistán, y a tantas otras gestas brutales en contra de los pueblos del mundo.


Como a las once y media de la mañana, una columna impresionante de militantes de Izquierda, que habían decidido reunirse detrás del Palacio Legislativo, se reunió con el ya no tan pequeño grupo inicial, confundiéndose en el apretado abrazo de un pueblo que sabe qué es importante y qué no; tan característico de aquella época, hoy tan penosamente lejano.

No pasó nada. Éramos demasiados como para reprimirnos. Wilson fue preso, sus acompañantes cada uno para su casa, y al sábado siguió el domingo.


Pero ya nada sería igual. Aquel glorioso (hoy olvidado) día, un montón de uruguayos le habíamos dicho a los militares, pacífica y decididamente, que la cosa no daba para más. Que ya no había nada que ellos pudieran hacer, más que volver en silencio al lugar de donde nunca debieron salir.


Desde entonces tengo la sensación de que hay un día color corazón que falta en el almanaque, pero probablemente está en el alma de algunos de nosotros mucho más que otros que sí son festivos (al menos en el almanaque).


Para este peladito, el 16 de junio es el Día de la Dignidad; y si fuera feriado, debería estar destinado a conmemorar y volver a disfrutar de algo que hicimos entre todos: recuperar el control de nuestra vida como nación.


No dejo de soñar que vuelvan a nuestra alma la alegría, la esperanza, la tolerancia y la claridad que supimos exhibir entonces.


SAVAP

Eldo Lappe


Estertores piqueteros o Cómo citar a Juana de Arco, el Cr. Damiani, a Rapela y cinco más, sin morir en el intento.


La culpa la tiene el Gobierno (siempre). Hoy, este, que es amigo de los K pero no estatiza la transmisión del fóbal.


Hice todo rapidito, pensando en mandarme un cafecito irgrapés y ver el partido do mais grande do mundo frente al representativo de uno de los pocos sobrevivientes del Jurásico ideológico, invisible para su propio pueblo. Terminé. Ahhh. Me senté. Tomé el control remoto. Clic, clic, clic, clic, clic. Como decían Juana de Arco, Luis XVI, Robespierre, De Gaulle y le dijo Zidane al tano que le habló mal de la hermana: ¡MERDE!


En el 12 Silvina Garrate D’ici, indignada, dice que la Alfano tendría que hacerse ver (como si no fuera el leitmotiv de su existir, y no lo consiguiera ya bastante). En el 5, los sucesores (ingleses) de El Viejo (alemán) protagonizan una (otra) serie policial vieja y horrible. En el 4 el filósofo afro oriental Cheng Ghe Morales habla de Kabalah o tal vez de sus cábalas para el Mundial. Como tirar la camiseta no era la primera, cambié antes de que dijera la segunda. En el 10 dos señoras estudiantes universitarias se agarran de los pelos al grito de “idiotaimbécil” extraña interjección en sí, más aún si proferida en Latino neutro.


Así pues, lo único que me queda es escribir. Debí decir pensar y escribir. Igual nadie me cree. Y tienen razón: la verdad es que suelo escribir primero y después ver qué salió. Si lo merece, lo tiro y a otra cosa. Caso contrario, lo “emprolijo” como decía el Contador y “se exprime” al decir de Cantinflas. Estoy “citero” hoy. La edad tal vez, la yerba nueva, el alcohol, el frío...


Extrañamente, no es el caso. Como fui al Doctor y me comí 70 minutos de amansadora, me dio como para reflexionar un poco acerca de la novela épica “Los héroes de Arroyo Verde: crónica de una muerte anunciada pero dilatada”, en cuyo capítulo 2531 parece que un personaje secundario dirá que hay posibilidades de que alguien razonable tome la palabra en una Asamblea de la ídem.


No será hoy, eso es casi seguro, ya que -a estar por las palabras de su Asesor Letrado- lo que se intentará (tras proponer una barbaridad más) es demostrar que es Uruguay el que -además de ser el causante del conflicto- obstaculiza el proceso de solución al bloqueo pues se opone a una fiscalización “imparcial” en la planta de UPM.


Difíciles de empardar el mesianismo y el desajuste a la realidad exhibidos por esta gente, sobre todo para alguien que, como uno, anda a tientas por la vida tratando de entender un poco nomás, no de encontrar la Verdad, mucho menos de hacerla suya y, después del cigarro de rigor, defenderla del ataque de los malvados. A fuer de sincero: si la encontrara, probablemente no la reconocería, y si lo hiciera, seguramente no sabría qué hacer con ella.


Así que, como tampoco me gusta perder, voy a tener que tratar de cambiar el terreno donde se disputa el imposible debate y de llevarlo a alguno en el que me sienta más seguro. Podrían ser Lógica, Institucionalidad, Derecho, Principios.


Varias primeras planas y todos los canales hablaban ayer a los gritos del tema. Me centraré en la de El País, por ser la más espantosa: “PIQUETE: CANJEAN CORTE POR CONTROL EN BOTNIA”. Escuché por allí que el Presidente Mujica y la Cancillería serían proclives a analizar dicha posibilidad.


Como decía Tincho Zabala: Yo, antes de hablar, quisiera decir unas palabritas:


NO – NAO – NON – NEIN – NIET - LO


¿Por qué no? Empiezo por lo más burdo. Dijo el General Rapela en los 80’: “A los ganadores no se le ponen condiciones”. Le fue mal con el juicio de la Historia, pero tenía razón. No es lógico negociar nada más.


Institucionalmente, es absurdo también. Cuando un loco tira el caramelo para comerse el papel, no es de buena gente sino de orates agarrarlo y comérselo. La Asamblea Ambiental de Gualeguaychú es un club de amigos y Uruguay es un país. Un país que intenta ser serio. De primera, decían por ahí.


Si los señores piqueteros no lo comprenden, si osan vituperarnos porque incumplimos aspectos formales del Tratado de 1976 (justo ellos, que llevan tres mandatos de su propia Justicia incumplidos y amenazan con desacatos perpetuos), si acostumbran negociar con sus jerarcas políticos (y éstos con ellos) en téminos de toma y daca, si aceptan aliento y plata de gobiernos tan inmorales como para dárselos primero y denunciarlos luego civil y penalmente por las prácticas antes promovidas, si en lugar de accionar en la misma Justicia con que los asustan amenazan a los gobernantes en los Medios… si todo eso, allá ellos. Todos ellos.


Y acá nosotros. Acá. Del otro lado de los anchos ríos de agua, cultura política, seriedad e institucionalidad que, jodidos como estamos, nos siguen separando de nuestros vecinos.


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Cambio el escenario por el del Derecho. Si el Gobierno argentino se desdijera una vez más y, en lugar de cumplir ahora sí el mandato judicial de 2006, hiciera suyo el planteo piquetero, el respaldo jurídico de reclamar una negociación así sería -por lo menos- discutible; y aceptarla a priori, inadecuado. El Tratado de 1976 y el fallo de La Haya hablan de la conservación conjunta de la calidad de las aguas del río, no del monitoreo argentino de nuestro desarrollo industrial costero ni de los gases que salen de ningún orificio. Es chancho, ilegal e injusto. No ha lugar.


Otro enfoque: Uruguay fue acusado en La haya y sobreseído. A sabiendas de mentir, Argentina dijo que la planta contaminaba. Quedó más que claro que no es así y, fiel al formato prescrito, el fallo dice que la parte acusadora “no pudo demostrar” que la planta contamina en ninguno de los modos que se dijo lo hacía. Los piqueteros insisten en que sí. Pues a probarlo y, mientras, a callar.


Otro sí: dudo que el Estado tenga potestades para entrar de prepo en la planta a inspeccionar nada. UPM es una empresa privada, con derechos y obligaciones, una de las cuales es producir bajo un protocolo acordado con el MVOTMA. Es potestad del Ministerio (indelegable, aunque en gesto de buena voluntad pueda ofrecerse realizarla en forma conjunta, como se ha hecho desde siempre) analizar los efluentes donde estos se vierten y sancionar en caso de sobrepasarse los máximos permitidos. Nada más.


Libertad responsable y autoridad legítima y ejercida le dicen. Pero ¿qué le va a enseñar este pelado pecador al Santo Oficio Ambiental, Defensor de la Legalidad Mundial por añadidura? ¡Salva tu alma, Lappe! Besa la Cruz y arde!!!



Del lado de los principios la cosa no anda nada mejor. La comunión con rueda made in UNASUR fue lo máximo que se puede tragar este amansado pueblo sin patalear.


Sé que dicen por ahí que soy medio mal arreado, levantisco y rebeldón, pero eso es porque no me conocen del todo. De puro arrebatado me arrogaré (por vez primera y un ratito) representatividad de la indignación de muchos de mis compatriotas con esta gente y por este tema. De los porteños desde 1811 hasta ahora hablamos otro día.


Algo dejaron en el aire de nuestra tierra los que eligieron irse por el Ayuí para no dejar de ser lo que eran, imprimiendo en el libro de la mejor Historia americana, a huevograbado y color Dignidad, la bella página del Éxodo del Pueblo Oriental.


De principios se trata. Va uno: jamás digo “hay que hacer” lo que no hago. En 1992 la delegación uruguaya a mi cargo recibió de sus pares del “MERCOSUR turístico” la solicitud de preparar el material promocional para la presentación conjunta en la Feria de Sevilla. Un día el Secretario de Turismo de la Nación argentina, don Francisco Mayorga, no tuvo mejor idea que mandar a un colaborador pedirme por teléfono que le enviara lo que tuviera “para revisarlo y poder viajar tranquilo” a la capital andaluza. Esperé pacientemente a que se me bajara la calentura, escribí, borré, mejoré, lo escrito y, camuflado entre bellos giros retóricos muy diplomáticos deslicé un “…terminado el Virreinato, cesó la supervisión bonaerense de los actos del gobierno de este lado del Río”. Fue la única vez que, en siete años (después de ladrarme un “¡¿Cómo le va a decir eso?! ”) vi sonreir al Ministro Villar de “ese” modo. “Síga con lo suyo.” me dijo. Y todo siguió normalmente, sine nulla sanguinis aefussione.


Cierro como empecé, hablando en lenguaje directo, como para que los hermanos insurrectos de allende el río me puedan entender. .


¿Levantar el bloqueo por 60 días a cambio de…? Nooo. Nada. Minga. De acá. Pindonga diría el Señor Presidente si fuera el mismo; si fuera él mismo. No sé si no es, pero sí sé que no puede. Por eso lo digo yo, en nombre de los modestos y molestos habitantes de la Provincia Rebelde, los ingobernables, dijera Latorre.


Uruguay no avisó que iba a construir y el Supremo Tribunal Internacional entiende que no corresponde sanción por eso. Golazo. Festejen piqueteros festejen. La planta contamina aire agua y tierra dentro de lo permitido. 1 a 1. No se reubica 2 a 1. No se inspecciona por dentro, no todo. Mucho a 1. Marcharon. A llorar atrás del biombo.


Y a rajar que hay chinches. Si algún día en su hermoso e institucionalmente arrasado país priva la Ley, los que se queden quietos van a pagar por todo el daño que vienen haciendo irresponsable e impunemente, hace demasiado tiempo.


Y será Justicia.


miércoles, 2 de junio de 2010

La Flotilla de la Libertad o Aunque sólo vaya a llevar miel, al que mueve el avispero lo terminan picando



El tema que me mueve a escribir es la desgraciada circunstancia que motivó la irrupción de la denominada "Flotilla de la Libertad" en nuestras vidas. Lo primero que tengo para decir es que lamento de corazón las muertes de quienquiera haya sido. "A nadie le di permiso para matar en mi nombre: Un hombre no es más que un hombre, y -si hay Dios- así lo quiso". (Milonga del moro judío)


Acto seguido quiero señalar que estoy cansado de opinólogos tuertos, ciegos que no quieren ver y moralistas de cinco pesos que llenan los Medios con sus cacareos. No estoy completamente seguro de no ser uno, pero eso lo resuelvo luego con mi Terapeuta.


Adelanto, por si prefiere el lector leer sólo aquello que le gusta, que mi posición no es muy de recibo en los círculos autodenominados progre ya que, si tengo que optar, prefiero el modelo israelí de país y no el de sus enemigos, que lo son de la libertad, la democracia, la justicia social, la fraternidad y el ecumenismo. O sea, sin que yo lo desee, mis enemigos. Lo que no obsta para que proclame que la derecha israelí está en el segundo nivel de mi rechazo, muy cerca de los adversarios de los que se nutre para llevar adelante su brutalidad visceral; y que la situación de la población de Gaza es un insulto a la así denominada civilización.


La Humanidad arrastra desde hace demasiado tiempo algunos conflictos que no consigue resolver. Corea, Kachemira, Eritrea, Tamil Eelam y varios ominosos etcétera de los cuales Oriente Medio es la estrella y el conflicto con Israel la parte más irritante de un problema general: la despareja asunción de los diversos tramos de la Historia en los países del área; algunos de cuyos pueblos aún esperan por el Renacimiento y sueñan con que sus nietos vivan la Revolución Francesa.


Si fuéramos quiénes para -desde nuestro seguro, cómodo, elevado y calentito sillón- juzgar la actuación de Israel en esta o cualquier ocasión, deberíamos tener claro que estamos hablando de un país que debió obtener con gran esfuerzo (y no poca violencia) que se reconociera la necesidad de crear dos Estados en la antigua Palestina (cosa que sus enemigos siguen sin aceptar); a cuyo pueblo le sacaron a tiros la resaca de los festejos los ejércitos de siete países más grandes y poderosos, al invadirlo al día siguiente de declarar su independencia. Y allí está, seis décadas (o veinticinco siglos) después, con una mano abierta en bienvenida a los que llegan en paz y un arma en la otra, para los que no.


Nada de valor puede decirse sobre ningún incidente humano sin insertarlo en su contexto, y eso intentaré, lo más brevemente que pueda.


La población judía de Palestina fue creciendo a lo largo del Siglo XX como consecuencia del éxito de la prédica de Theodor Herzl, padre del movimiento sionista) que promueve el regreso a la Tierra Prometida de los judíos dispersos a la fuerza por el mundo a lo largo de milenios. Lejos, muy lejos del poderío militar y económico de hoy, los colonos primigenios eran gente sumamente pobre, hostilizada sin ambages ni límites por los ocupantes ahora musulmanes de la que había sido su tierra desde el fondo de los tiempos, en la que fueron alegremente masacrados y de la que fueron sucesivamente desalojados por distintas potencias imperiales, hasta no hace mucho. Las últimas masacres fueron Hebron y Safed (1929) y la Gran Revuelta Árabe (1936), perpetradas por los palestinos y sus amigos. (Que conste que también sé lo que fueron Sabra, Shatila, y otros episodios similares).


La Declaración de independencia de Israel coincidió con la finalización legal del Mandato Británico de Palestina, tras haberse aprobado un año antes en la Asamblea General de las Naciones Unidas el Plan de partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, hecho aceptado por la comunidad judía y rechazado por la árabe. Dicho mandato expiraba el 15 de mayo de 1948. Durante la tarde del 14 de mayo, fue proclamada la independencia de Israel, reconocida rápidamente por Estados Unidos, la Unión Soviética y muchos otros países. El mismo día de la retirada británica de la región, tropas libanesas, sirias, iraquíes, egipcias y trans jordanas, apoyadas por voluntarios libios, saudíes y yemeníes, comenzaron la invasión del recién proclamado Estado judío. (Fuente: Wikipedia)


En 1965 se terminó de elaborar el Plan Estratégico de Desarrollo del Estado de Israel, el cual definía la necesidad de contar con fronteras y agua seguras. En 1967 se llevó a cabo la ofensiva denominada “Guerra de los seis días”, en la cual el ejército de aquel pueblo otrora débil y desorganizado hizo una demostración militar implacable e impecable y -con escasas bajas en ambos bandos para el volumen de la operación- dejó sin poder de combate a sus enemigos y estableció por y para sí el marco de seguridad y supervivencia que la comunidad internacional jamás le brindó. A mí no me gusta que haya sido así, pero así es como se fijaron todas las fronteras a lo largo de la Historia; y me parece injusto acusar a Israel por hacer lo que todo el mundo hizo y celebra (si ganó). Máxime cuando el resultado es un país democrático y moderno en medio de un desierto que no es sólo de arena sino también ético, jurídico, humano, de producción y justa distribución. Estuve allí, sé de lo que hablo.


La denominada “franja de Gaza” es una lengua de tierra de 372 km cuadrados (algo así como la Costa de Oro pero sobre el Mediterráneo), fronteriza con Israel y Egipto. Forma parte del territorio gestionado por la Autoridad Palestina que hoy gobierna el Partido Hammas, brazo político de la aún activa banda terrorista homónima. Viven allí alrededor de un millón de personas, en condiciones difíciles de aceptar, no así el millón y medio de palestinos que viven pacíficamente en Israel, con todos sus derechos respetados y acceso a todos los bienes y servicios al igual que cualquier ciudadano. Los pueblos suelen sufrir la acción de sus extremistas y el de Gaza no es la excepción; si bien hay que decir que -teniendo opciones- los palestinos eligieron para que los gobierne y represente a la facción más violenta; la cual aún no consigue erradicar a los terroristas de su seno.


Sus principales aglomeraciones urbanas (Rafah, Gaza, Dayr al Balah y Khan Yünis) sirven cotidianamente como plataforma de lanzamiento de ataques contra objetivos israelíes siempre civiles, y reciben las represalias militares correspondientes. De allí que el gobierno israelí, en un ejercicio de legítima defensa que nadie puede objetar, haya adoptado la nada simpática medida de supervisar la llegada de bienes a Gaza erróneamente conocida como bloqueo. El error consiste en que, en un bloqueo comme il faut, nada ni nadie pasa.


Este es el escenario en el que, libre y voluntariamente, decidieron interpretar su papel nuestros hoy agraviados legionarios de la libertad y la buena voluntad.


Tengo para mí que, si alguien quiere de verdad llevar ayuda a cualquier área de conflicto, va a la ONU y avisa o le pide permiso al Gobierno, la arrima a la frontera, se la revisa el ejército, y si lleva víveres, medicinas y esas cosas, pasa. Por otra parte: llegar a Gaza (o cualquier territorio detrás de la Cortina de Burka) en nombre de la libertad nunca ha sido ni es recomendable para la vida y salud del libertario. Al parecer, hacerlo rompiendo el bloqueo de Israel es funcional a la causa y, por ende, aceptable y seguro para los "útiles" (me niego al histórico cretinos).


La excusa que escucho por todos lados de la ayuda humanitaria se cae a pedazos leyendo las declaraciones de uno los que zafaron del tiroteo: El reconocido escritor sueco Henning Mankell, que formaba parte de la tripulación a bordo de la 'Flotilla de la Libertad', interceptada por fuerzas israelíes cuando se dirigían a la Franja de Gaza, dijo no tener remordimientos de conciencia por atraer la atención mediática del planeta a la situación que está viviendo la zona. Mankell cree que ha llegado el momento de aplicar sanciones a Israel. "Hemos intentado muchas otras cosas, pero los israelíes no quieren escuchar", señaló durante sus declaraciones al diario 'Expressen'. Nota y comentarios: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/02/internacional/1275446927.html


A confesión de parte, relevo de prueba. ¿Ayuda? Minga. Lo que buscaban era romper el bloqueo y llamar la atención. Lo consiguieron muchachos. Los huesos resecos de la pobre y buena Rachel Corrie ya no daban más: ahora tienen diez muertos frescos para sacarles el jugo. ¿Humanitario? Nada: un acto político en contra de Israel cuya obviedad descalifica el lado humano del asunto.


Asumiendo, gente: romper un bloqueo militar es un acto de guerra, por cargado de buenas intenciones que uno crea venir. Qué decir de la ingenuidad (¿) de no pensar en la más que probable infiltración por parte de gente que no duda en lanzar cohetes al voleo desde escuelas y hospitales (provocando a sabiendas que la represalia mate civiles inocentes), capaces de inmolarse en estaciones o shoppings y rellenar con explosivos cadáveres de niños, pasarlos por una frontera como si estuvieran dormidos y dejarlos en un auto en una plaza para que explote más tarde y se lleve la mayor cantidad de enemigos posible.


Nada de lo que digo significa negar la situación que se vive en Gaza, de la cual -hay que recordar- no es Israel la única causante. Ahora, si un montón de gente decide venir de pesado a hacer lo que el ejército de un país soberano le dice que no puede y cuando lo aborda una fuerza completamente superior algún defenestrado empieza a las puñaladas o a los tiros, después a no quejarse: es la de Dios es Grande (Allahu Akhbah, para ser equitativos) y ya sabemos que en la guerra ganan los que matan mejor; que no necesariamente ni siempre son los buenos.


Se habla de piratería porque el acto se llevó a cabo en aguas internacionales. Nada de eso: si el destino manifiesto de una acción es vulnerar tu soberanía, tu Ejército debe proceder. Cualquier ejército.


En estos temas no se puede aplicar criterios de tiempos de paz. Los palestinos y sus aliados están en guerra con el Estado de Israel por su libre decisión, y quien se suma a un bando lo integra. Es lo que afirman los palestinos cuando atacan civiles israelíes: “un ciudadano, un soldado”. Deberían saberlo quienes se prestan a estas cosas. La lógica de la guerra implica la elección del terreno más favorable y probablemente sea esa la razón para proceder allí. Sin ser militar ni saber nada del tema, me parece que es así.


Respecto de la desproporción: no hay ningún ejército más profesional que el israelí, y ningún profesional asesina a gente desarmada: eso lo hacen los muhaidiyin (guerreros santos del Islam). Si no estás de acuerdo, pensá al menos quién asesina a mansalva con la Prensa mirando. Pueden no gustarte los judíos, pero es demasiado hasta para ellos ¿no? Los podrás creer malos pero ¿estúpidos a este extremo?


Lo que sucedió es confuso en detalles pero claro en concepto: los militares abordaron los barcos para hacerlos desistir y, desencadenada la agresión, respondieron con fuerza mortal, que es lo que hace un soldado cuando le tiran. La proporcionalidad es difícil de medir cuando vuelan balas para todos lados; y no escuché quejas de los hoy clamorosos acerca de la celebración del Sr. Presidente de la acción policial en 18 de julio llevada a cabo bajo el muy parecido lema de “en la pelotera, primero tiro, después pregunto”.


Cierro con un deseo: Paz. Salam. Shalom. Que llegue al corazón de todos los hombres, especialmente de estos pueblos, tan castigados desde siempre. Que no decaiga el ánimo de los que redactaron los acuerdos de Ginebra, la mejor base conocida para alcanzarla.


Y un consejo: Si eres pacifista, manifiesta en paz. Si no te gusta la guerra, no la hagas ni vayas donde la hay; porque -por bueno que seas y aunque vayas a llevar miel- si te metés en el avispero vas a salir picado.