martes, 16 de noviembre de 2010

Con una pequeña ayuda de mis amigos


What would you do if I sang out of tune,

would you stand up and walk out of me?

Lend me your ears and I'll sing you a song

and I'll try not to sing out of key

Oh, I'm gonna get by

with a little help from my friends


Soy un tipo raro. Se me da por pensar en cosas que –al parecer- no son de interés para casi nadie, ya que esa es la porción de la población objetivo que suele corresponderme con sus reflexiones.

A veces imagino que, simplemente, debe ser que donde todos cantan lindo, yo desafino; que las personas disfrutan más del afiatado coro de profesionales opinólogos con partido o facción. En realidad lo prefiero: es mejor que imaginar que, finalmente, nos impusieron la vacuidad y a la gente ya no le importan ciertas cosas, para mí, socialmente esenciales.

Por eso te pregunto con palabras de Paul y John: si desafino, ¿qué vas a hacer: te vas a alejar? Y te pido: prestame tus oídos, que voy a tratar de hacerlo bien. “Con una pequeña ayuda de mis amigos voy a seguir intentándolo; voy a salir adelante, voy a estar bien”. Y creo que el mundo también. Bueno, no sé si bien pero, algo mejor, seguro.

Si vas a seguir leyendo, empiezo con el tema. Si no, “hasta la vista, baby”.

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Hay cosas que no logro entender de este asunto de la actividad sindical de los funcionarios del Estado. En el último año, el país tuvo las transacciones de bienes muebles e inmuebles, los cheques, los expedientes judiciales, los casamientos, y muchos etc. detenidos mientras se le antojó a algunos minúsculos grupos de ciudadanos (a la sazón trabajadores públicos); en perjuicio directo de toda la población o buena parte de ella.

El Decreto Ley 10.388 de 13 de febrero de 1943 (Estatuto del funcionario público), vigente a la fecha hasta donde sé, reza: Artículo 27.- Los funcionarios públicos pueden constituir asociaciones para la defensa de sus intereses profesionales, pero dichas asociaciones serán consideradas ilícitas desde que pretendan ejercer cualquier forma de coacción sobre los órganos del Estado, al efecto de la consecución de sus fines.


Con una pequeña ayuda de mis amigos podríamos avisarle a AEBU, a COFE al Ejecutivo, al Legislativo y a los Jueces, que las Leyes deben cumplirse. Si no nos gustan las derogamos, pero no las ignoramos a piacere.


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Gracias al Dios de Don Pepe Batlle, en Uruguay la costumbre no es generador de jurisprudencia.


O sea, que la costumbre de los Miembros de la CNT y sucesores de exceder ampliamente sus potestades naturales de organización sindical para introducirse en temas propios de los partidos políticos, no es legítima ni legal.


Con una pequeña ayuda de mis amigos podríamos tratar (yo ya lo hice sin éxito) de encontrar en sus Estatutos un solitario artículo que les autorice a movilizarse o gastar recursos porque quieren que se anule la Ley de Caducidad o no están de acuerdo con tal o cual parte de la política educativa, social o económica que aplica el Gobierno; o a organizar actos de abierto rechazo a un candidato partidario y a favor de otro.


Quizás estén los dirigentes tan ocupados en tratar de gobernar que no se enteraron que hace 25 años que la dictadura terminó, y que los canales de expresión política están nuevamente abiertos y ávidos (aunque esto ya no es tan seguro) de recibir sangre joven e ideas nuevas. Bueno, si es por esto último, mejor no vayan.


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Ya que hablamos de costumbres perversas: también se ha vuelto habitual que, en presunto ejercicio del derecho de huelga, los trabajadores elijan qué parte de su trabajo hacen. Cito a modo de ejemplo el reciente y absurdo conflicto de Conaprole por el Fiscal despedido, el de los funcionarios de Registro (MEC) y no necesito recordar a nadie el aún sin resolver de los bancarios del Estado.


Servil del Imperio como soy, creo ganarme los buenos dólares que me pagan si afirmo que –para elegir qué se hace y qué no- se necesita una condición de independencia esencialmente contraria a la de trabajador asalariado. Privilegio de burgués o justo premio al coraje de libre y emprendedor, quien quiere hacer sólo lo que quiere y que le paguen por eso no tiene que esperar a fin de mes: va hoy y se la juega en la dura calle. Claro, ahí no hay inamovilidad, seis horas, feriados pagos, 30 días de licencia más antigüedad, días de estudio, paternidad, duelo, enfermedad sin que venga el Doctor, paro, financiamiento de los descuentos, presentismo ni otras primas, tías ni hermanas generosas; hay que sudar para que entre platita en la hucha.


Paros perlados, medidas distorsivas, hoy no te hago esto mañana aquello, son frases cotidianas y que se manejan como si fueran legítimas. ¿Con arreglo a qué Derecho?


Con una pequeña ayuda de mis amigos podríamos intentar (vanamente, creo) encontrar en qué lugar de la Legislación nacional o internacional dice que el derecho de huelga es otra cosa que derecho a, en determinadas condiciones, dejar de trabajar; o que su ejercicio prevé cobrar el sueldo entero por hacer sólo parte del trabajo que le ha sido encomendado a un trabajador.


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Como no me gusta decir vayan, fui solito y encontré que el Art. 57 de la Constitución dice que «la huelga es un derecho gremial», y que «sobre esta base se reglamentará su ejercicio y efectividad».

Con una pequeña ayuda de mis amigos podría yo quizás entender por qué nunca se reglamentó la huelga ni la actividad sindical, como sí todas las demás de la vida social; y por qué siempre la Central se opuso a ello, siendo que aseguraría mayor transparencia, garantías y menor animosidad de la opinión pública ante la constatación del abuso sistemático.


Las Asambleas de sindicatos de base (que generan los mandatos de los delegados, o sea, las decisiones) se siguen manejando con formatos y prácticas antiliberales y antidemocráticos irrespetuosas de las garantías mínimas de representatividad, libertad de conciencia, pensamiento y opción. Plataformas absurdas, quórums ínfimos, tácticas dilatorias, manejo impúdico de los horarios a fin de asegurar la presencia de los propios y desanimar a los ajenos (por no hablar de la lisa y llana presión cotidiana, “apretada” o trompeadura destinada a convencer dudosos o disidentes) siguen siendo prácticas tan repugnantes como lo eran en los 60’; pero ahora, además, son viejas. Creo que ya lo eran entonces, aunque no para mí que me estrené en esas lides por aquellas épocas.


Con una pequeña ayuda de mis amigos podríamos redactar para cada miembro de la Mesa Representativa, el Poder Legislativo y el staff del Ministerio de Trabajo una síntesis de las ventajas de aplicar novedosas garantías tales como quórums y mayorías especiales o el voto secreto y obligatorio para tomar decisiones graves como un paro o huelga. No hablo de quebrar la nunca explicada conveniencia de la sacrosanta unicidad de la Central: pido garantías mínimas nomás.


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Escuché en la radio a dirigentes de AEBU Banca Oficial confirmar su parecer afirmativo respecto de inscribir su accionar sindical en el marco de la lucha de clases. ¡Esoooo! ¡Viva la Revolu … dez!!


Con lo que sobre de la colecta anterior, podríamos comprarles unos ejemplares del Manifiesto Comunista, libritos preciosos y muy baratos que hay por todos lados ahora que la democracia burguesa volvió a brillar, donde pueden leer a Marx y Engels diciendo: " La historia de las Sociedades que han existido hasta nuestros días (mediados del Siglo XIX, toda extrapolación corre por cuenta de quien la haga) es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó con las transformación revolucionaria de toda la Sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes".


Con una pequeña ayuda de mis amigos más preclaros podría yo, tal vez, saber quién es el opresor beneficiado con la plusvalía expoliada en una relación Estado - Trabajador. Si la hubiera, lo primero que se me ocurre es “la Sociedad toda” (que el propio trabajador integra) lo cual es tautológico y absurdo. Aún si me dejara de delicadezas filosóficas y aceptara el escenario como válido, a la ya distante luz del Siglo XX diría que, visto el éxito de las citadas transformaciones revolucionarias ,en eliminar la denunciada explotación, la opción 2 es la más probable.


La verdad es que no me gusta demasiado la perspectiva de que los dos beligerantes resulten destruidos; máxime cuando uno de ellos (el que, para peor, involuntariamente integro) no quiere beligerar ni menos aún explotar a nadie.


Dado que los países no desaparecen (por más mesías zurditos o neoliberales que los mal manejen), la apocalíptica predicción decimonónica vuelve a fallar y sólo me deja un escenario alternativo: alimentado por la aplicación en reiteración real de insensatez y abuso, el creciente desprestigio de la actividad sindical uruguaya se desplomará sobre ella y le hará perder legitimidad, credibilidad ante la opinión pública y poder.


Sumo arbitrariamente aquí el tema Seguridad y resulta que, in extremis, si el poder político no pone las cosas en su debido lugar, es posible que asistamos consternados (al menos yo) a la irrupción de una cruda respuesta electoral que ubique en el Gobierno a alguien manifiestamente opuesto a la sensibilidad progresista, cuyos eventuales desbordes autoritarios justificarán nuevas generaciones de alzados y resistentes; cerrando el retrocírculo.


Camaradas: lamento señalar que la teoría de cuanto peor mejor no es novedosa y ya fracasó en los 60'. En plena democracia y con el poder adquisitivo de los trabajadores alcanzando picos impensables hoy, la ÿihäd de los ateos (y su consiguiente represión) estallaron en toda su virulencia; colaborando significativamente con los objetivos de la guerrilla, los de la Derecha y, de yapa, a medio siglo de atraso y dolor del que aún no conseguimos despegarnos.


Parece una negra humorada de la Vida (que en una de esas sí existe, no como el Dios de los burgueses) que, ahora que el Frente llegó al Gobierno a caballo de las consignas más viejas pero con votos e infiltrados socialdemócratas, les explote en la cara la contradicción infantil señalada por Lenin hace justo 90 años.


Por suerte están ADEOM, AEBU-BO, la Rambla y la de las Ánimas, así que por falta de retardados históricos, paredón y Sierra (aunque no sea Maestra) no será. Las armas, se las piden a Feldman, que ya no las precisa.


2 comentarios:

Pablo dijo...

Muy interesante. Me parece que da en la tecla sobre mucho de lo que anda mal con el sindicalismo en este país. Y con los goberantes que primero los incitaron, después los toleraron y ahora los sufren.

Saludos

Eldo Lappe dijo...

Muchas gracias por su comentario.

Me gusta más la gente reunida alrededor de ideas (así defino a la Política, con P) que defendiendo intereses de clase. Igualmente, creo que el sindicalismo debe existir (como la Policía o el Ejército) porque el Hombre no está a la altura de sí mismo. Y ya que debemos soportarlo, quiero el mejor, que no es este, claramente.

Las agrupaciones empresariales no le llevan demasiada ventaja a la CNT, pero -al menos- no hacen paros, reclaman absurdos ni me perjudican en forma directa e injustificada.

Cordialmente

Eldo