“La nota distintiva fundamental entre ley y costumbre se encuentra en su origen o procedencia, pues la ley procede del poder legislativo que la propia sociedad estatuye, mientras la costumbre lo hace de la misma sociedad, que mediante la observación continuada de una conducta acaba por imponerla como precepto. Aun así, la costumbre no es una fuente del Derecho. No obstante lo anterior, en algunos ordenamientos puede ser fuente supletoria de la ley, como ocurre en el ordenamiento español”.
También en el anglo sajón, pero no en el oriental del Uruguay, acoto.
Abro estas pobres cogitaciones, cuyo título acusa una suave reminiscencia a ruido a plato irrompible y spráit, con una cita del Dios sustituto, la suprema fuente de saber, el eliminador de todo esfuerzo de investigación, la maravilla que permite que cualquiera aparezca como sabiendo de qué habla: la Wikipedia.
¿Para qué? No para vestir plumas ajenas, como va dicho, sino para dejar claro que no es cosa mía afirmar que la costumbre no es fuente de Derecho ni de legitimidad, aunque a veces se haga parecer que lo es.
Fruto nada prohibido de mí indignada paciencia forzada a sus límites (que no de mi conocimiento del Derecho) las pongo a tu consideración para que –en caso de no borrarla al instante- comentes la lista, la amplíes y, eventualmente, la circules; a ver si alguien conoce a alguien que pueda hacer algo. Caso contrario, habremos ejercido el sacrosanto derecho al pataleo, que no está en Constitución ni Leyes, seguramente porque es derecho divino. Vox pópuli le dicen.
Voy, pues, a citar algunos ejemplos de cosas que se han hecho costumbre pese a que no sólo no son legales sino que tampoco dimanan de derecho alguno sino de la brutal y reiterada imposición. El orden en que las cito es aquél en que vinieron a mi cabeza. Su importancia, opinable, no así su existencia; que cualquiera puede comprobar sin esfuerzo, si es que no las sufre.
Sé que recibiré reconvenciones por rompe cáscaras, insensible y/o enemigo de los que se buscan la vida. Yo también me la busco, pero no jodo a nadie haciéndolo: ni siquiera con estos mails, que son gratis y -si no te gustan- los borrás sin leer y ya.
Destaco dos puntos esenciales:
1) La causa de la mayoría de los despropósitos cotidianos que denuncio es, en general, una más o menos legítima necesidad inicial del autor, cuya reiteración impune la vuelve “normal”.
2) El segundo factor que une y habilita existencia a todas y cada una de las aberraciones de conducta social listadas a continuación es la olímpica ignorancia de parte del Estado del cumplimiento de algunas de sus obligaciones esenciales. Haciendo lo que deben, nomás, nuestros servidores públicos conseguirían proteger a un número enorme de pacientes y padecientes ciudadanos y contribuyentes, de las tropelías de uno proporcionalmente pequeño (aunque no por ello menos eficiente) de perpetradores.
Nota: Para los casos en que se trate de vacíos legales señalo a los responsables de la custodia del bien público que lo que cabe no es la inacción sino la aplicación por analogía de lo que existe. Invito a cada lector (con independencia de su partido o sector, ya que todos somos víctimas) a urgir a sus legisladores nacionales y departamentales a abocarse de lleno a hacer, lo mejorcito posible, aquello para lo que les pagamos; entre lo que, believe it or not, se cuenta pensar e implementar soluciones para nuestros problemas reales.
A efectos de que tan ajetreados y mal pagados funcionarios se eviten el esfuerzo de tener que descender a las miasmas de la vida cotidiana, o hablar con alguno de fuera de su círculo de afines, yesmen y fans, preparé esta corta y nada taxativa lista de cosas de locos de y por las que ningún cuerdo dice ni hace nada.
Vender, cantar y manguear a discreción en los ómnibus
Si está prohibido a los que pagan boleto escuchar radio sin auriculares ¿cómo se va a poder cantar a los gritos o ponerle en la mano al pasajero cualquier cosa llena de microbios y, por si esto fuera poco, por tratarse de una promoción destinada a que llegue a manos del pasaje capitalino, someterlo a un estentóreo, reiterativo y -en general- mentiroso discurso? Como se puede ver y apreciar al dorso, es necesario ponerle fecha de vencimiento al tema.
La venta y el arte callejero están reglamentados y, a Dios gracias, no se contempla esta variedad; pero nadie hace cumplir la prohibición y/o protege a los pasajeros. Peor aún: ahora la IMM les quiere dar carné y cursos, como hicieron con tanto éxito con los cuida coches; cuya actividad es ahora modelo de cultura civil, imagen de ciudad de primera, respeto y urbanidad. Me atrevo a afirmar que con ello sólo convalidarían y oficializarían la irregularidad, por lo que adelanto mi absoluto desacuerdo y reclamo del derecho a viajar en paz a cambio de lo que pago.
Los cuida coches; muy especialmente los que cobran “de pesado”
No es posible que ir en auto a cualquier actividad implique una erogación adicional previa, tarifada y –lo que es peor- obligatoria a riesgo de la integridad de un bien de cuya custodia, ya que está en la vía pública, debe hacerse cargo la fuerza pública.
Sé que la IMM censó y dio carné a algunos, pero no me imagino cómo ha de regular su actividad o sancionar sus indisciplinas, ni he visto funcionarios de Tránsito o Inspección General exigiéndoles identificación, la debida presencia prevista en lo reglado o alcoholemia; como sí multando a sus víctimas por dejar el vehículo bajo la protectora luz de un farol en algún lugar donde está estúpidamente prohibido estacionar de noche porque de día molesta.
Los lavaparabrisas, funámbulos y artistas varios de los semáforos
Señores del MIDES, la IMM, el MSP, las ONG de Derechos Humanos, etc. etc.: es demasiado evidente que esta pobre gente está arriesgando el físico y aspirando humo todo el día. ¿No son dignos de su atención? Hablo de cuidarlos a ellos, no de que vayan ustedes a tener en cuenta lo que perjudican la imagen turística de la ciudad y el país, que tantos millones de dólares invierten para atraer visitantes. Tampoco de lo que molestan, violentan y hacen arriesgar a los choferes; porque esos tienen auto, así que deben ser burgueses y que se la banquen. Si los que chillan son choferes de taxi, bus o privados, son unos desclasados. Fuck them all.
Cortar el tránsito cualquier día, a cualquier hora, en cualquier lugar, por cualquier razón
El derecho a la expresión pública de la opinión, como todos, tiene límites; y no es posible que cincuenta (o quinientas o diez mil) personas causen el caos en la ciudad, donde y cuando les parezca, por válidos y compartibles que sean sus reclamos u opiniones.
La manifestación de ideas o reclamos es parte indivisible del derecho de reunión, que es libre por mandato constitucional. Sin perjuicio de ello, la autoridad correspondiente (Ministerio del Interior – Intendencia) debería recibir con antelación suficiente información que le permita prever los operativos que resuelvan los problemas generados, previo analizar y -eventualmente- no autorizar la reunión o modificar lugar y hora por causas de interés general. La autorización debe ser por defecto, sin importar el motivo de la manifestación sino la afectación de derechos del resto de la población, tales como la libre circulación, llegar en hora al trabajo o llevar su vehículo por el recorrido más conveniente y económico.
Párrafo aparte para la libertad de conciencia y el derecho a la seguridad, ya que no es frecuente que los manifestantes den adecuado trato a los viandantes disidentes que osen hacérselo saber. Y todo sucede sin intervención de las citadas autoridades, que prácticamente nunca se hacen presentes. Los derechos violentados son cualitativamente de igual valor (pero cuantitativamente más) que el único que respalda al manifestante, así que, Bicho, Ana: si hay marco regulatorio, cúmplanlo y -si no hay- redáctenlo. Ya.
La mugre de la ciudad, la externa e interna de los ómnibus y el incumplimiento de sus absurdos horarios, que mantienen la velocidad promedio de 16 km/h para los recorridos urbanos
Me da vergüenza pensar que los montevideanos no podamos entender que la ciudad es de todos, no de nadie. También escuchar el discurso de unas autoridades que, veinte años después de asumir el gobierno de la ciudad siguen, sin entender que su trabajo no es educar ni censurar a sus mandantes sino limpiar la mugre que -como buenos cerdos (y) patrones- han decidido tirar a la calle. Es justo reconocer que éstos lo hacen muy ayudados por la maravilla del sistema de acopio y recolección impuesto, tan bien pensado que funciona en cualquier ciudad de Europa. Lástima que quede tan lejos y que allí no haya hurgadores. Y donde los hay, no son impunes.
Me entristece hasta la depresión viajar en buses con los vidrios mugrientos, llenos de papeles y todo tipo de residuos. ¿No es obligación lavar el coche cuando se embarra? ¿Por qué se perdió la costumbre de barrer y baldear los vidrios en las terminales? ¿No está en el laudo?
Para lo de los horarios ya no hay excusas: los GPS de los buses permiten saber dónde están (y estuvieron) en cada momento del día. Escribir un programa que liste los desajustes y aplique automáticamente las multas es posible y necesario. Con los carriles exclusivos funcionando, es posible autorizar horarios más flexibles en las horas pico, lo que permitiría que los mismos buses realizaran más servicios en el mismo tiempo, con ventaja para recaudación, circulación, contaminación y -fundamentalmente- los pasajeros, que no deberían destinar más de 20 días al año a esperar el bus para ir a (y volver de) trabajar.
La gente viviendo en la calle
No existe el derecho a vivir en el lugar de todos: simplemente faltan el marco legal y la decisión política de aplicar lo que hay. La indigencia es una llaga social que evidencia otros males, por supuesto, pero el fenómeno es también una, pero reglamentaria, legal y administrativa.
Que el Parlamento, el MIDES, Economía o quien sea resuelvan, como y en cuanto puedan, el problema estructural; pero no hacer nada hoy es inadmisible. No se puede esperar la solución de fondo.
De otro modo, así como tendremos que esperar que los subsidios directos, el clientelismo liso y llano, el catecismo progre y la Educación resuelvan (?) dentro de 30 años el tema de la delincuencia ¿sólo cuando esté encerado el piso del último de los edificios que le vamos a regalar a los pobres vamos a impedir que coman, descoman, beban y desbeban, forniquen, duerman, cocinen y se higienicen en calles, parques, fuentes y plazas, para poder tener una ciudad que se parezca a Montevideo? No me parece.
No pido que los maten y tiren al río, pero doce años para desalojar a Pocha de atrás de la muela del Molino de Cavia es como mucho. Tienen los votos en todos lados. Háganlo. Ya.
Los sonidos del Infierno. De radios, escapes, alarmas, perros y equipos de audio.
Destinado a solaz del compañero conductor o (lo que es peor, y) de algún pasajero especialmente generoso e interesado en compartir su cultura musical con el prójimo, el extendido hábito de escuchar música en los ómnibus sin auriculares está total y absolutamente prohibido.
COME y UCOT, tímidamente, han puesto cartelitos que lo recuerdan, pero jamás los responsables del cumplimiento de la reglamentación en el bus (chofer y/o guarda), los inspectores, la Policía ni nadie con autoridad y poder saca la cara por el sufrido paga-jero; que las más de las veces se la banca calladito porque reclamar su derecho a viajar en paz tiene (im)previsibles consecuencias.
Tan regulado como ello está el tema de los ruidos molestos. ¿Alguien sabe por qué, entonces, miles de motos, camiones, buses y autos circulan alegremente por Montevideo destruyendo oídos y otras zonas de la anatomía ciudadana? ¿Alguien podría decirme en qué lugar de la Constitución o en qué Ley dice que se puede molestar a los demás impunemente? ¿En qué plebiscito o resolución se derogó la Ordenanza de ruidos molestos? No hablo de lo que está expresamente prohibido (escapes libres y, lo que es peor, amplificados). Hablo de por qué tengo que vivir aturdido o sobresaltado por alarmas que suenan sin motivo ni quien las apague, perros que ladran sin solución de continuidad o escuchar la música que quiere mi vecino sin que nadie me ampare en mi derecho a silencio y paz.
¿Mea culpa?
Comportamiento universalmente aceptado para los infantes, cuando la edad y el volumen de líquido desalojado aumentan se convierte en nauseabundo. ¿Alguien sabe por qué es impune orinar en la calle? No hay baños públicos y los boliches sólo permiten usarlos a sus clientes. ¿La solución es convertir la calle, la vereda, las plazas y monumentos, los comercios cerrados, la rueda de un auto o la puerta de una casa en uno? Cito, para mis conciudadanos el Art. 1 del Manual del perfecto borrachín educado: Si no puedes hacerlo donde se debe (o no aguantas), no chupes. Y a mis servidores públicos, señalo: el poder que les di, es para ejercerlo.
La atropellada en las colas de boletería en el Estadio
Ya que la Policía es incompetente (por discapacidad, que no por falta de competencia en tanto jurisdicción) sugiero a los integrantes de la Comisión con nombre larguísimo poner en la Reglamentación un articulito (no va a desentonar con los autores) obligando a que las entradas se vendan en todas las redes de pagos y supermercados; hazaña inalcanzable en 1950 pero nada complicada ahora que se inventaron esas cosas nuevas (las PC y la Web). También que los días de gran aglomeración, se impida la circulación en la zona de quienes no la tengan. No es tan difícil, Doctor en V. ¡Vamos que usted puede!
Los puestos de venta de cualquier cosa en cualquier lado
El desastre de 2002 parió una miríada de nuevos pobres y arruinó aún más a los viejos. Muchos capearon el temporal vendiendo cosas; otros su fuerza de trabajo (en negro) a inescrupulosos que aprovecharon la bolada para montar una enorme red de comercialización irregular. La crisis no sólo pasó, sino que estamos en las antípodas de la sinusoide de prosperidad económica y se dice que la desocupación está en mínimos históricos. Porfiadamente, ellos siguen allí.
El derecho de todos los demás ciudadanos, visitantes y turistas a circular fluidamente y sin riesgo por las veredas de una ciudad es de calidad superior al de unos cuantos a hacer lo que no se debe, aunque se diga que es para vivir. Los chorros dicen lo mismo. ¿Los vamos a dejar?
Ante el atropello de los abusadores es tonto reiterar la buena fe. Cito el ejemplo de los techitos verdes de Plaza Cagancha, vacíos porque los señores quieren vender tirados en el piso en lugar central; lo cual tan impresentable e inaceptable como la toldería cuartomundista en uno de los principales atractivos turísticos del Centro, en cuya remodelación y embellecimiento los montevideanos invertimos millones.
Los paros sorpresivos, parciales, perlados, etc.
Qué listillos sois. Hoy paráis vosotros y no cobráis, pero ellos sí; aunque no laburan porque no pueden porque vosotros paráis. Mañana paran ellos y vosotros cobráis, pero ninguno labura. Hoy, mañana y pasado, pagamos y nos jodemos nosotros, que no tenemos nada que ver ni nada podemos hacer para resolver vuestro conflicto. Pardiez, me tenéis podrido.
Otro sí: cuando un trabajador no puede trabajar (o ir a su trabajo) porque, a causa de una decisión corporativa de primer, segundo o tercer nivel, otro no cumple su tarea de servicio público delegada, pierde todo o parte del jornal y el presentismo; lo cual es profundamente injusto, ya que es obligado a hacerlo por una decisión que no tomó.
El Gobierno como tal, y cada Poder por separado, deben velar por los derechos de todos los ciudadanos; ya que la igualdad ante la Ley no prevé excepciones por afinidad sindical.
El derecho de huelga es constitucional, nadie lo duda; pero es sólo UN DERECHO MÁS y, como todos, unitario. Verbigracia: no es superior a ningún otro de idéntico rango como, por ejemplo, el de trabajo de los no huelguistas (máxime si no pertenecen al gremio en conflicto sino que le alimentan), ni divisible. Huelga es no trabajar. Ni cobrar. Lo demás, son cuentos. Y abusos.
El sindicalismo salvaje
Algo cambió. Sin que nos diéramos cuenta, una generación de dirigentes formados comme il faut fue sustituida por gente que no tiene idea del poder que maneja ni las reglas elementales para hacerlo. Se pide cualquier cosa y se para de primera. El interés de clase (las más de las veces de saloncito) está por encima del interés general y de la racionalidad. El usuario no existe.
Los viejos y los nuevos rechazan a rajatabla la reglamentación de su actividad, sin dignarse explicar al vulgo por qué merecen tal privilegio; convalidando así, algunos implícita y otros explícitamente, su injustificable e impune extra-limitación cotidiana. No es la fuerza de la razón sino la razón de la fuerza: nadie se atreve a enfrentar el poder mafioso de la corporación, y los presuntamente débiles (los proletarios) se transforman en poderosos y -en lugar de a los explotadores- le encajan al pueblo que les da sentido (y existencia en caso de los públicos) la más cruda expresión del autoritarismo. "Ni el Gobierno ni los partidos políticos ni la sociedad toda pueden conmigo. Ergo: hago lo que quiero". Le sacamos los cascos, le ponemos uniformes verdes, y el argumento es el de los militares en el 84'.
Es una broma sangrienta que sea este facho quien tenga que recordar a los dueños de la verdad, la ética y el progresismo (versión corporativa) que integrar la única actividad no regulada de toda la sociedad uruguaya organizada implica una contraparte de responsabilidad y ponderación en el manejo de los límites del derecho propio y -sobre todo- del primoroso respeto por el ajeno. Lejos de eso, la actividad sindical se ha convertido en un continuo de irracionalidad, abuso e impunidad tan notorio y deleznable como los que señalan a los militares (con dedos de presunta idoneidad moral) y denuncian en su plataforma reivindicativa, sin respaldo estatutario alguno.
Señores: perdieron el tren de la Historia. Cada vez más gente no los banca más. Llevan 25 años de libertad mal ejercida; porque la libertad conlleva responsabilidad y los sindicatos de hoy no merecen la una por no ejercer la otra. Nunca creí llegara el día en que sintiera tan justificado un reclamo no sólo filosófico de igualdad ante la Ley, sino exigido por los hechos.
Ahora que el gobierno es progresista, obrero, popular y no se puede dudar de sus intenciones para con la clase trabajadora, reglamentación sindical. Ya.
Anímese, Compañero. Anímese.
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(*) Dura lex, sed lex es una expresión latina, originaria del Derecho romano, que traducida literalmente, significa ley dura, pero ley. En español coloquial, su traducción sería la siguiente: "La ley es dura, pero siempre es, y no puede dejar de ser, la ley”. Viene a producir un mensaje conminativo a respetar la ley en todos los casos, incluso aunque nos perjudiquemos con ello. El respeto a la ley beneficia a la comunidad en el presente y en el futuro. Regionalismo: En Uruguay, Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, cosa de fachos.