Cuando quería ser culto, leí un texto de Vaz Ferreira referido al método de designación para la función pública, creo que extraído de “Moral para intelectuales” (1908). Si no era de ahí, el hombre escribió hasta mediados del Siglo XX nomás, o sea que el tema podría no ser centenario pero no es, para nada, nuevo.
Decía Don Carlos, más o menos, que no era que no hubiera personas capacitadas para cumplir la función pública sino que atendíamos a un desdoblamiento de dos habilidades: la de juntar votos y la de gestionar. Y, normalmente, los que llegaban al poder (legisladores o ejecutivos, ergo, encargados también de designar) eran los que (obviamente) tenían la primera habilidad y no (o rara vez) la segunda.
¿1908 o 2010? Sólo cambian los nombres pero la canción es la misma: los que designan (políticos profesionales, expertos en luchar por el poder, que no en Administración) lo hacen inter pares o eligiendo amigos de mucha confianza política, haciendo poco énfasis en su idoneidad.
Para peor, desde que la así llamada Izquierda accedió por vez primera a un estamento de poder público quedó claro que esta disfunción filosófica y de procedimientos no era patrimonio exclusivo de los partidos tradicionales, sino -al parecer- inherente al sistema.
En cualquier caso, es espantoso pensar que la cosa pública se maneja así; y no es sólo un tema filosófico o moral. Por sus frutos les conoceréis decía Jesús y decía verdad (así le fue). Un par de bananitas a modo de ejemplo:
1) La única forma de conseguir que PLUNA diera ganancias fue privatizarla, porque desde siempre y hasta la semana pasada los tres partidos gobernantes designaron Directorios a cuál peor integrado. (El que dude o quiera nombres y datos, me los pide)
2) Ya no quedan hoteles con gestión municipal en Montevideo, y cuando había, eran espantosos y daban pérdidas enormes. Algo debe tener que ver el hecho de que desde 1985 a la fecha, un amigo con algunos votos y ninguna competencia tras otro ocuparon la Dirección de Hoteles. (Ídem).
Eso es pasado, se podrá decir, hay que darles la oportunidad. Me duele tener que señalar que la miopía sigue siendo tan grande como lo fue siempre y que –tras un procedimiento muy parecido de designación en 2005- por problemas de cuota electoral en marzo echaron a la Directora del Instituto de la Mujer (referente en tema Género), a la de Medio Ambiente (que nos salvó la plata en La Haya) y a quién sabe a cuántos más. Así empezamos en 1990 y así seguimos, nombrando por cuota e impidiendo que los competentes y los que aprendieron a gobernar lo hagan al período siguiente porque su grupo votó mal o el Pepe se calentó con los Latas.
Rara vez doy consejos y nunca digo “hay que hacer” lo que no hago o hice cuando me dieron la chance. En 1987, siendo Secretario de un Ministro, hubo que seleccionar a los integrantes de un Equipo Multidisciplinario que contrató el PNUD. Llovieron Currículos, cada uno con su tarjeta de algún poderoso o poderosito. Le pedí al Jefazo me permitiera intervenir, me autorizó y procedí a ordenar las aspiraciones por la calidad del currículum, especialmente la formación, ya que la mayoría eran relativamente jóvenes. Armé un paquete con los dos o tres mejores de cada cargo, se lo llevé y le dije: “De estos, la tarjeta que quiera”. Se ve que el criterio no era tan malo, porque varios de los elegidos se transformaron en reconocidos profesionales en su especialidad.
Es feo lo que relato, lo sé, un asco, pero es un asco bien menor que el que ocurría entonces y ocurre hoy. Para peor, lo hacen todos. Si malo es haber designado por cuota en y desde el Ejecutivo, me parece penoso asistir hoy a la negociación por la oposición de cargos “en vacío” (32 PN, 20 PC, 3 PI).
Notoriamente sería mucho mejor que todos los grupos y partidos presentaran sus candidaturas a cada espacio disponible, elegir a los mejores por su calificación y, sólo en caso de provocarse un desequilibrio manifiesto, atender lo electoral.
Al dar ocupación rentada a sus cuadros, el reparto partidario de cargos alimenta al sistema político, y es bueno que haya partidos, lo sé; pero hay que encontrar otro modo de hacerlo, porque esta forma de designación es probadamente nefasta a la hora de la administración de la cosa pública.
Salvo a los que esperaban pero no agarraron nada (Salud, Rafael) y a los militantes sectoriales, a casi ningún ciudadano de a pie le importa en qué lista estaban los Ministros, los Directores, el Intendente o el barrendero, pero sí que las cosas funcionen; bien, si es posible. Si no lo entendemos seguiremos así, que no es mal: es peor, porque los demás mejoran a ojos vista, mientras nosotros dormimos la siesta y soñamos con Arbolito, Quinteros, Maracaná o la Revolución.
1 comentario:
Yhhh, porque motivo habría de ser de otra forma? Solo falla un pequeño gran detalle, casi a nadie le importa un joraca lo que le pase a los demas.
Lamentablemente no hay cordero que sobreviva en un mar con tiburones, se lo papan.
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