lunes, 12 de septiembre de 2011

Mejorando el 911



Pensé en ponerle ¡Qué porquería el 911! a esta nota. Desistí porque está lindo el día y no quiero arruinarlo y perder lectores que piensen que estoy hablando mal del Gobierno y sus servicios de Seguridad. Nada de eso.

El once de setiembre no es una porquería, en realidad, sino un día precioso como cada uno que la Vida nos regala, sólo que -en el corto lapso de unas décadas- ha reunido sobre sí tres de las peores noticias que se pueden dar a un ser humano que se precie de tal. Poco puedo decir hoy que no haya sido dicho, pero no puedo dejar pasar una fecha así sin aportar algo.

Hace casi cuarenta años, en 1973, la bestia fascista arrancó de cuajo la frágil y bella ilusión socialista en Chile, una ilusión que podría tener sus bemoles, sus pro y sus contra, sus amigos y no tanto, pero que una mayoría legítima del pueblo chileno había consagrado como propia por la única vía respetable: el voto.

Una de las pocas veces que logré comunicarme con mi Viejo antes de que partiera, le escribí –en el anverso de una tarjeta que repetía la famosa frase del Presidente Allende: SIGAN USTEDES SABIENDO QUE MUCHO MAS TEMPRANO QUE TARDE SE ABRIRAN LAS GRANDES ALAMEDAS POR DONDE PASE EL HOMBRE LIBRE PARA CONSTRUIR UNA SOCIEDAD MEJOR.

Allí cerraba yo diciendo:” Y con el tiempo será quizás al fin una alameda donde -también quizás- crecerá el sueño que el mismísimo día en que muriera nos legó un sembrador, toro y guerrero, que quizás (otra vez) por coincidencia se llamó Salvador. Papá: sembremos”.

Mucho mejor lo dijo Pablo en “Yo pisaré las calles nuevamente”, pero yo no soy poeta.

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Demasiada o demasiado poca Prensa tendrá el once de setiembre más brutal de la Historia contemporánea. De él, pues, sólo un deseo: quiera la Vida, Dios o como se llame quien la distribuye, dar paz al alma de todas las víctimas del conflicto brutal que diz que provocó semejante barbarie; incluídas, muy especialmente, las de quienes, devenidos creen que hay algo de bueno en asesinar desconocidos e inmolarse de paso. Será una porquería cruel y vengativa el Dios de los humanos (no en balde está hecho a nuestra imagen y semejanza) pero, seguro, no premia semejante burrada. No quiero yo ser más cruel y vengativo que él.

Por orden alfabético nomás: Paz a los hombres de buena voluntad (y los otros también). Salam Alaeikum. Shalom alejem.

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El once de setiembre de 2003, cuando casi todo el polvo de las torres gemelas había terminado de caer, se tomó el Tren de la Inmortalidad uno de los más grandes tipos (que es mucho más que escritor) que dio este bendito país: Julio César Castro, conocido como JUCECA o, más precisamente, el padre de Don Verídico.

Hombre que supo ser poco amigo de la bulla y el elogio desmesuráu, ahora que dice, el Juceca; así que no vi’andar yo con ditirambos que huelen a muerto y a inutilidad. Su literatura destaca por la creatividad, la frescura, la profundidad en la descripción de personajes y arquetipos y todo eso que puede cualquiera encontrar mejor dicho que por mí tirando una búsqueda en Google. Yo lo quiero recordar, porque se me antoja, por una faceta casi casi desconocida: su lado romántico.

El tipo se enamoró de una gurisa ¿sabe? Y no tuvo mejor idea que decirle esto, que ella cuenta, enamorada hasta la Muerte y después también, en el prólogo del libro “Nadie entiende nada”. Explicándole por qué se animaba a declararle su amor con tal diferencia de edad “… Me dijo que había demorado haciendo varias cosas en la vida, y que ahora que nos encontrábamos, él no podía correr y saltar como los jóvenes que quizás yo conociera. A cambio, tenía que ofrecerme cuentos de fumigadores que, con sus avionetas, dibujarían mi nombre en el cielo. Y entonces veríamos qué otro gil podía ser capaz de hacer eso”.

Le dijo que sí. Taba claváu.

Mire si no va a ser como pa extrañarlo.

Ella y nosotros.

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Mejorando el 911 dije al principio y, hasta ahora, no se ve por ningún lado. Acá viene: por favor, ayudame a hacerlo. Tratá de recordar cualquier cosa buena que sepas sucedió un once de setiembre, ponela a continuación y vamos a ponerle el color de nuestros mejores recuerdos a una fecha que ya estuvo demasiado tiempo de luto.

Empiezo yo:

Un once de setiembre nació mi amigo Agustín. Bolso, pero buen tipo. (Nadie es perfecto :)

SAVAP


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