miércoles, 3 de agosto de 2011

Mala suerte, Pelado. Pasate un trapo y seguí remando.

Vengo de leer en Facebook que dijo el diputado Jose Carlos Cardoso:


“Como la casualidad no tiene hora, justo hoy el Senado tenía en el orden del día el Tratado de Protección de Inversiones con la INDIA, que impide (art. 5º) nacionalizar inversiones mineras de ese origen ¡!!! A pedido de Penades volvió a Comisión; yo también intervine. Se votó y volvió a Comisión. Se tratará mañana allí”.


Pienso: Puntigliano, inexplicablemente (o de patriota que es) deja flor de puesto en Alemania para ganar tres pesos en el Puerto. Un día se aburre (dijo Daniel Martínez que se quedó sin plata) y zás, ni 24 horas desocupado (aprendé Pelado), pues lo contrata una empresa india.


Queda por saber cómo supo al magnate oriental (de allá) de la existencia de este oscuro funcionario portuario oriental; y cómo hizo para negociar con él mientras éste ejercía en forma prístina su cargo público que le impide traficar influencias. Creo. Ni pregunto, porque eso sería poner palos en la rueda ¿no?


Como buen frentista, este robespierreano puro no utiliza jamás los contactos que tiene en todo el Gobierno (muy especialmente con el entorno vazquista y el PS, crisol de pureza ideológica y operativa (¿o era máquina de conseguir cargos que le decía el Presidente PP?) pero, con su empeño y capacidad reconocida consigue seguir piloteando un emprendimiento que alcanza hoy (dicen) cien millones de dólares de inversiones.


Coincidentemente, mientras él estaba en el Puerto (2007) y ni se enteraba, en el Parlamento se votaba la Ley que permitirá a la empresa que hoy representa ser resarcida completamente y con premios si los ingobernables no les permitimos hacer el negocio.


Paso en limpio: si los malditos ecologistas y la oposición deplorable (incluye la interna) no hubieran saltado, esto seguía su sigiloso y aceitado curso y -con ese Tratado- se cerraba el círculo.


Lo que es la casualidad: 80 mil personas en el Estadio, tres millones de uruguayos y la paloma de la duda me caga a mí.


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