lunes, 25 de octubre de 2010

Nuevo intento, viejas prácticas

En estos días, la Cámara de Diputados aprobó 50 a 49 el proyecto de Ley interpretativa de la Ley de Caducidad que implica lisa y llanamente imponer en forma inconstitucional la malograda anulación de la misma. Un solitario voto de diferencia (obtenido ya sabemos cómo) para zanjar semejante entuerto. Todo un síntoma.


Nunca fui anti frentista, como no soy anti colorado o anti blanco. Ni siquiera soy anti bolso y, en mi caso, ya es decir. Me parece que las buenas personas inteligentes debemos ser pro y no anti. Si nuestro pro se opone a otros pro, bravo: de la antinomia respetuosa de las partes surge, casi siempre, una síntesis, casi siempre mejor. Además, mi vida es demasiado valiosa y mi capacidad de hacer demasiado poca para malgastarlas en ser reaccionario y oponer en vez de proponer.


Le exijo sí al Frente una elevación de miras y acciones aún mayor que a los otros Partidos, porque durante años compartí (y otros tantos sufrí) su discurso opositor trasnochado, insoportablemente exigente y presuntuoso de virtudes y actitudes que rápidamente se demostraron falsas o impracticables ni bien sumergidos los Robespierre criollos en las miasmas de gobernar.


Como hombre libre, pensador e independiente me siento en el derecho de hacer señalamientos cada vez que el Frente exhibe actitudes abiertamente contrarias a los principios que rigen la convivencia democrática. Hoy la aplanadora parlamentaria más pobre que se conciba (mitad más uno) vuelve a imponer su brutalidad, con una innovación que la hace aún más ruin: el mandato imperativo.


La vieja práctica totalitaria, impuesta en la ocasión por una mayoría circunstancial en la Mesa Política (que no por el Congreso, máxima autoridad, bien que tampoco representativa de su electorado) obligó a los legisladores frentistas a votar algo que repugna a más de la mitad de la población (y de sus representantes en el Parlamento); y es un bozal inmundo que descalifica a la fuerza política que la aplica.


Se supone que son los progresistas, muchachos. Los fachos son los otros.


Me comprometí un en el artículo anterior a ya no señalar las incoherencias en que incurre el Frente en prejuicio de su discurso presuntamente impoluto. Sin embargo, mi compromiso no me impide señalar sus desvíos para con la ética más elemental, como lo es aceptar sólo los resultados plebiscitarios que le son favorables e ignorar olímpicamente (por segunda vez en el caso) los que no lo son. Tampoco me inhibe de decir que cada vez lo hace con artilugios más creativos, retorcidos y peligrosos para el orden jurídico que funda el sistema republicano; y con argumentos más endebles.


Aunque se la oculte tras una nube de palabras, la única intención de este invento es hacer lo que quieren los sectores más conservadores y retrógrados de la izquierda. El eufemismo de la interpretación, da risa. Decir que hay que hacerlo porque la Suprema Corte declaró inconstitucional la Ley, da pena (ya que todo el mundo sabe que lo hizo una vez, y varias antes la había declarado constitucional; demostrando la sabia máxima de la no jurisprudencia de los fallos).


El pretexto del riesgo de la imagen del país por un eventual fallo contrario en un juicio futuro ante la Corte de la OEA se cae solo, ya que para que la legislación VIGENTE no se oponga a lo acordado alcanza con derogar la Ley.


A ningún jurista serio y despolitizado se le ocurre postular la retroactividad de la legislación supranacional; ni siquiera los de la OEA, cuyo prestigio y seriedad como organización es más bien pobre. La Convención de Costa Rica obliga a que los Estados no tengan en su Derecho leyes contrarias a sus contenidos. Bien. Hasta ahora, con 14 años de vigencia de la Ley, no nos sancionaron. Si la legislación respeta ese mandato hoy, en el presente (no en 1986, cuando la Ley surtió definitivamente su efecto), la OEA feliz. No así los ultras.


El problema es que la OEA nos va a sancionar igual, porque allí mandan los generosos con plata ajena y los “métomentodo” ideologizados, que exigirán reparaciones tan generosas como las que convencieron a Macarena a volverse Gelman (pese a no fumarse a su mediático abuelito y adorar a sus padres Touriño) y poder así cobrar en Argentina.


Por último: la Corte regional aún no se expidió, como sí la OIT (y dos veces) respecto a los atropellos de la legislación laboral en lo que hace a los Consejos de Salarios y a la ocupación como extensión del Derecho de Huelga; fallos ante los que el Gobierno no se ha mostrado tan apurado por interpretar, anular, derogar retroactivamente. Sensibilidades, que le dicen.


Debo reconocer que la solución de la derogación sería de dudosa constitucionalidad ya que –según dice Korseniak y sabe cualquier burro como yo- las decisiones plebiscitarias tienen valor supra legal; pero un clavo se saca con otro, este clavito desface el entuerto “Costa Rica” y … ¿qué le hace una mancha más al tigre legal oriental?


Costa Rica nada. Mula, y fea. No hay más perro que el del chocolate: el Gobierno no aguanta la presión de los muros ni la de los ultras intramuros. "Sigue siendo injusta". Como la Vida, chicos, como la Vida. Injusto como no darle FONASA a los jubilados porque no se puede. Injusto como querer ganar en la Liga lo que se perdió en la cancha. Pero esto, además de injusto, es indigno.


Tan indigno que los pocos legisladores que le van quedando al Frente que creen que los principios democráticos valen más que la conveniencia política coyuntural y conservan bien puestos los productos de la consorte del gallo, elevaron su voz ante la premura y el verticalazo; forzando a meter una “pesada” que deshonra a los 50 diputados y humilla a los disidentes.


Chapeau para el Senador Fernández Huidobro y algunos de sus compañeros de la CAPL, que anuncian que darán batalla, para el Vicepresidente Astori, que no dudó en señalar lo inconveniente del proyecto y para el Senador Saravia, que honra su apellido y ni se calla ni se va. Su actitud los distingue, no porque esté yo de acuerdo con mantener la Ley sino porque refleja que efectivamente han entendido que las reglas de juego democrático no son juguete y que los representantes del Pueblo eso son, y no monigotes de erráticas mayorías internas partidarias. Es de esperar que el Senador Nin recuerde también su origen nacionalista y no acepte la horca caudina de votar con los pies. Confío más en la ósmosis: de andar con una hija del Cr. Damiani en una de esas se le pega un poco de huevo.


Festejen, compañeros, festejen. Sigue el baile con música de los 60’s. ¿El precio de la entrada? Escupir una vez más en la cara de la gente, hoy sin distinguir si es propia o ajena. No quisiera yo ser uno de los que des-ensobró el SI rosa. Si yo, que no lo hice ni los voté, siento mi dignidad de ciudadano y elector arrasada ¿cómo estarán ellos?


Olvidan quienes así actúan que en cuatro años hay otro plebiscito: el del segundo mandato. La gente es mansa y la oposición no existe, pero todo tiene un límite. Esto no roza: embiste la dignidad republicana de los votantes. Los cultores de la memoria saben que ella existe, pero es su condición morir como el escorpión. Pobres ranas.


Yo no soy voto rana. Ni lo quiero ser. Dije en mis "Confesiones de un políticamente incorrecto" y en "Por qué no voy a votar en blanco" que no podía honrar con mi apoyo a una fuerza política cuya estructura interna es arcaica y anti democrática. Una y otra vez se manifiestan las contradicciones filosóficas y éticas internas del Frente, mucho más graves, para mí, que los disensos políticos que afectan al Partido que gobierna.


La mentalidad es la parte más difícil de modificar de la estructura humana. Sin embargo, creo que viene llegando la hora de que se aplique en su accionar la vieja máxima democrática "Un ciudadano, un voto". Si lo prefieren, el viejísimo, verísimo y uruguayísimo “Nadie es más que nadie”.


Basada en los preceptos ideológicos que sostienen algunos de los grupos fundacionales del Frente que nunca tuvieron votaciones significativas, la Derecha sostiene desde siempre que el Frente no es una fuerza liberal sino totalitaria. La reiteración de actitudes y prácticas políticas brutales como las que nos ocupan hoy, el mantenimiento de la mentalidad que las funda y de las estructuras organizativas que les dan sustento, terminarán por consolidar ese prejucio en el imaginario de la gente.


O por hacerlo cierto; y ninguna de las dos cosas es buena para el Frente ni para el país.


SAVAP



3 comentarios:

Eldo Lappe dijo...

Siempre es una alegría que, unos días después de publicar, un politólogo tan prestigioso e independiente comparta la posición de uno, y diga que es convicción general entre sus pares.

Decía mi abuela: "Alabate cola. si nadie te alaba, alabate sola".
Ver http://www.observa.com.uy/MasLeidas/nota.aspx?id=103933

Pablo dijo...

Sin ser politólogo, ni prestigioso, ni independiente, comparto lo aquí dicho.

El problema está en que cuando se rompen las reglas para hacer lo que yo quiero (y aquí el "yo" refiere a una minoría que quiere la anulación y se hace sentir como una mayoría), las reglas están bien rotas.

Así lo creyeron los tupas, y así lo creyeron los militares. Y así lo creyó tanta gente que apoyó a unos y a otros. Cuando quisimos acordar estabamos donde estabamos. Las cosas -como el estado de derecho- se aprecian más cuando no se tienen.

Eldo Lappe dijo...

Pablo, no se me tire abajo. Ser politólogo es cuestión de estudiar (y a veces no parece), ser prestigioso depende de los demás (no de la calidad de uno).

Eso sí, ser independiente me parece clave. Para mí, que ya no quiero la responsabilidad del hacer porque para ello me exigen dejar de serlo.

Y mire cómo acierta Usted: vengo de escuchar a Ernesto Talvi, un tipo que no goza de mi simpatía a priori. Sin embargo, voy a convocar a todo el mundo a escuchar la entrevista que le hizo Ignacio Álvarez en Sarandí hoy a las 10 hs. Un clarísimo y muy pertinente toque de alerta acerca del proceso de descomposición democrática a que asistimos.