domingo, 21 de junio de 2009

De solsticios,botellas y caminos



DE LA BOTELLA



Cierta mañana, caminaba con un amigo argentino por el desierto de Mojave, cuando vimos algo brillando en el horizonte; en ese entonces nuestro destino era el ir hasta un "canyon", pero cambiamos nuestro camino para ver lo que emitía tal brillo. Durante casi una hora, debajo de un sol cada vez más fuerte, nos dirigimos para allí, y sólo conseguimos descubrir lo que era cuando llegamos.

Era una botella de cerveza, vacía. Debía estar allí desde hacía años; la arena se había cristalizado en su interior. Como el desierto ya estaba muy caluroso en aquella hora, decidimos no ir al "canyon". A la vuelta, yo pensaba: ¿cuántas veces dejamos de seguir nuestro camino, atraídos por el falso brillo del camino de al lado?

Pero pensaba también, ¿si no hubiera ido hasta allí, como iba a saber que era apenas un falso brillo?

De “Maktub” , Paulo Coelho.
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En la Antigüedad, los pueblos vivían una relación mucho más natural que la nuestra con el entorno. No habían banalizado la luz ni la oscuridad, la reproducción ni el amor, la vida ni la muerte. Para comer había que matar, para beber había que ir al arroyo; y los ciclos de la naturaleza ejercían una influencia decisiva sobre la vida cotidiana.

Lo que alguien denominó “progreso” terminó con esa relación. La luz artificial sustituyó a las penumbras, los supermercados al sacrificio de plantar, cosechar (o matar) nuestro alimento, el aire acondicionado a las Estaciones, el feminismo, el capitalismo salvaje, los calmantes y los tampones la consideración por el ciclo menstrual, y así cada vez más actividades “serias” nos fueron dejando sin tiempo para observar y respetar todo aquello relacionado con la Naturaleza y sus tiempos.

Olímpicamente ignorante de nuestra evolución, el Sol (símbolo en sí mismo de eterno movimiento) sigue cumpliendo, año tras año, la obligación natural de detenerse que encarna el solsticio (sol stitium, sol quieto).

El Invierno nos llama no a detenernos, sino a cambiar el dónde buscar; invita a la introspección, a la búsqueda interna.

Tal vez por eso finalmente conseguí reunir la maravilla que encontré hace poco (que leíste al principio) con mi propia necesidad de comprender.

Hoy, frente al hogar encendido, buscando en el interior del fuego sin saber qué, conseguí convocar muchas cosas que andaban por allí. Y conseguí también, no digo comprender (sería demasiado para tan poco esfuerzo), pero sí entender algo.

A los dieciséis años, creía saberlo todo, tenerlo todo claro. Creí que era mi camino, e intenté cambiar el mundo.

A los dieciocho, creía que daba lo mismo lo que hiciera, porque podía hacer cualquier cosa siempre que me lo propusiera. Creí que era mi camino y me puse a estudiar Ingeniería.

A los veintidós, creí que tenía talento, que era mi camino. Traté de ser actor,  luego murguista, decirle a los demás qué pensaba y sentía,  sin siquiera saber si ellos querían.

Algo después, creí que sabía cómo , y quise ser el mejor esposo y padre.

Cerca de los treinta, creí que era mi camino y creyendo meterme en Política me metí en política. Creí que podíamos, e intenté transformar el Partido para transformar el País. Después vi que era bastante más complicado que eso; que corría el riesgo de dejar de ser yo en el intento, y me alejé.

Perseveré. Me volví “importante”. Creí que era mi camino hacer cosas que también creía lo eran. Traté de ser el mejor de mis pares. Creí que sabía lo que había que hacer, creí que los demás querían y necesitaban que lo hiciera. Creí que les importaba. Creí que los otros estaban equivocados.

Creí. Creí. siempre creí. E hice, siempre, “lo que había que hacer”. También permití que me usaran (el fin justifica los medios).

Muchos caminos, una constante: a lo largo de cada tramo, siempre, para ser aceptado, debí negar una parte de mí.

Una traición sobrevino. No dí lugar al dolor y a la furia: lo tomaron. Creí que me habían hecho daño, y creí que -sin todo aquello por lo que tanto había peleado- mi vida no tenía sentido.

Paradoja: en el fondo del agujero recién estrenado de la desesperación, dí los primeros pasos de mi camino de hoy; que llega hasta ahora.

En él, he ido perdiendo, abandonando (o siendo abandonado por) la mayor parte de las cosas que había buscado, querido, obtenido y construido en toda mi vida. También, que no a cambio, vi que existían otros caminos, que observé o comencé a recorrer, para luego dejar.

Hoy -tal vez- mi camino sea, simplemente,  vivir. Me gustaría que fuera vivir y cantar, y cantar la alegría de ser un eterno aprendiz. No sé si vivir así es posible, pero al menos lo intento.

Vivo, si,  con los riesgos y sin la placidez de quien busca, abierto al encuentro de lo maravilloso, a la sorpresa, a la alegría; sabiendo que rara vez están en lo aparentemente grande, y casi siempre en lo cotidiano, lo ínfimo, lo pequeño.

Reservando su espacio a la tristeza, a la rabia, y a todos los sentimientos que no sé quién me dio, pero sí para qué.

Sintiéndome pequeño y débil, pero parte de algo verdaderamente grande y hermoso.

Agradeciendo lo bueno,  tratando de aprender a agradecer todo; porque -con el tiempo- termino por comprender que lo que sucede siempre es lo mejor.

Hace algunos años, ni siquiera me hubiera atrevido a aceptar como mío (mucho menos a desnudar) todo este “descontrol”, todo este andar sin rumbo, todo este derroche de lo que para otros es riqueza; ni me hubieran visto llorar, o reír, o cantar, sin motivo aparente.

Aquí nos reunimos la botella de Coelho y yo. Tuve que recorrer cada camino para saber qué quería.

Una vez más, creo que lo sé, pero ahora no me importa si es o no el correcto; ni mucho menos si es el definitivo. Lo que sí sé es que se lo debo, en parte, a los que de un modo u otro han formado parte de él.

A todos, gracias.

Hacerle caso al Sol me permitió llamarme a la quietud aparente de mirar hacia adentro.

Saber que ustedes existen (y sabrán tal vez comprender), me ayudó a conseguir la maravilla de decirles lo que siento: que me importan.

Y darles esto, que -poco o mucho- es lo mejor que tengo.

Feliz Solsticio. Feliz Invierno.

Eldo Lappe
Montevideo, Solsticio de Invierno de 2002

miércoles, 17 de junio de 2009

¿Nunca más? ¿Qué? ¿Qué nunca más?

¿“Nunca más”, qué? ¿Qué “nunca más”? ¿Quién mató al Comendador? ¿A qué vas, pelado?

Una tras otra, las preguntas venían, y las respuestas huían. Una única certeza: qué frío de mierda.

- “Frío tienen los muertos, dice el que me habla, a veces, desde adentro.
- Tenés razón, pero vení vos a dar pedal, tesorito, responde mi aterida osamenta.

Déle darle pedal a la vida, me deslizo por un túnel de polícroma estulticia que -desde los carteles- me grita: “El olvido no se decreta. Ninguna reconciliación”. Firmado: OLC, sigla desconocida para mí, que debe querer decir Odio Libre y Contra, Oligofrénicos Libertarios y Combativos, o algo revolucionario e iluminado por el estilo, casi seguro.

Son las once menos veinte, y Dieciocho está casi normal. Mala cosa. A tan pocas cuadras de la Plaza Independencia, acercarme haciendo fácilmente slalom entre tantos ómnibus y autos, con tan poca gente en las veredas (y nadie caminando por la calle), sólo puede significar lo peor: la convocatoria es un fracaso. No hay caso pelado: salvo por el Manya, lo tuyo no es estar con la mayoría.

Primera reflexión, salida de los restos del que supe ser cuando era -a mi modo- parte de este negocio de la Política: lo más granado del presente y (believe it or not) futuro del sistema llamó. Nadie vino. Los analistas hablarán mucho, acertarán poco, y cobrarán bastante por decirnos por qué creen ellos que la gente se quedó en casa. Cada facción dirá que fue porque tenía razón (te "viadar" punto final y reconciliación, te "viadar" terrorismo de Estado y nada del otro, te "viádar" Vazquismo te viadar...

- Lástima (si me quedara alguna), responde mi insurrecto de siempre.

Vienen a mi mente los tres dinosaurios no convocantes, que -a su modo- también tenían razón al decir “no, no sé, no puedo, esto es lo que puedo” cuando gobernaban; y también al decir, hoy, “a esto, no voy”. ¿Se arrogarán este pírrico triunfo los eptagenarios destructores de las divisas históricas? ¿Qué dirá el convocante principal? Si, no, y tal vez. Con calma y convicción, seguramente. Como siempre.

Reflexiono: los nuevos líderes políticos se pelearon por (o acataron y fueron a) acompañar al Dr. Vázquez a velar los restos de una buena idea pésimamente asociada a una fecha intocable, salieron todos en la foto y no convocaron a nadie.

Se me enciende una luz de alarma cívica pensando en la imprescindible representatividad de los partidos políticos; que se apaga rápidamente cuando pienso que las encuestas dicen que la gente dio por laudado el tema con el triunfo del voto amarillo y tiene otras prioridades.

Además, la convocatoria fue tan confusa que había tantas razones para estar como presentes; y otras tantas para no venir. Menos mal que Juan Castillo y todos los demás nos dieron libertad de acción. Pdrrrrrr. (Aquí iría un archivo .wav de pedorreta, pero no lo tengo).

Llegué a Andes y la valla (que puteé bajito y lindo cuando dijeron en la radio que la habían instalado) era para los autos. Menos mal. Por un momento pensé que el liberalismo del quetedije (además del cigarro y la posibilidad de hacerme un aborto) también me arrancaría de las manos el orgullo de haber nacido, crecido y medio envejecido en un país donde los Presidentes están al alcance de la gente (al menos los días feriados); aunque algún energúmeno use la maravillosa tradición para escupir al que sabe que no le va a pegar ni a hacer pegar.

Vine, vi, y me convencí: no hay nadie. Un puñado de veteranos como (o más que) yo, un montón de gorras y uniformes verdes a la derecha (comme il faut) allá del lado como yendo pa'l Victoria, un puñado de desubicadas banderas del Movimiento de Rocha, una solitaria (y también desubicada) de las que le afanaron a Otorgués, y cientos de regaladas banderitas uruguayas de plástico con la frase Nunca Más flameando al son de una batería de murga que arrancó saludando al Presidente, en ominosa ignorancia del llamado a Silencio del clarín.

¿A qué venía yo...” decía uno en la tele, en blanco y negro, cuando yo tenía el cabello en su lugar. Ah, si, ya me acordé.

La vez anterior que un Presidente nos llamó a esa Plaza (en 1973), con la gloriososa certupidez (mezcla de certeza ya sabs con qué) de mis 17 años, creí que no tenía que venir, que Bordaberry era un facho de mierda y que mejor lo volteábamos y venía un gobierno progresista, aunque hubiera que fumarse a los milicos, pero que cuando les dijéramos "cucha" se iban a ir. Generales del Pueblo me enseñaron a llamarlos.

Aquella vez estuvieron el Chulo Olveira junto a mi abuela Nerea y cuarenta viejas más. Estén donde estén, les mando mi humilde y tardío reconocimiento y una buena noticia: la semilla de "democracia ejercida y defensa de las instituciones" que sembraron inadvertidamente en mí, es un fuerte y nada flexible árbol. Quiera Dios que no la haya pero, si hay una próxima vez que alguien ose, no ya levantarse, sino afilar el sable o la ideología contra un Gobierno puesto allí por el pueblo, sepa que me tendrá mismo enfrente, con la mansa certeza que da saber cómo es vivir con miedo y estar seguro de no querer repetir. A muerte será la cosa. Y no es cacareo.

¿A qué venía, yo? (bis) Con el apuro, hoy de mañana me olvidé de tomar la azul. Ah, si: además de a cumplir con el aprendido mandato republicano, a llorar mis muertos. Mi paísqueibaaser, mi Uruguay tolerante, mi loquepudeser, mis conocidos y desconocidos asesinados, destrozados o simplemente enfermados por la sinrazón (los de un lado, los del otro, y los de ninguno). Ya que estaba, también lloré mi miedo de años. Y el de ellos. Y la emoción de saber que mis hijos no lo van a tener que vivir, porque -tal vez, si consigo explicarles- ellos puedan transmitir y acrecer esta débil llamita que hoy se llama “nunca más” y, así, mis nietos tampoco lo sufrirán.

Como buen uruguayo, tuve razones propias para reunirme a decir "nunca más".

Nunca más peludos, aripucas, taiperos, peones de estancia pagados con fichas, uruguayos en la mejor posición explotanto a uruguayos en la peor, defendidos (o no atacados, que es lo mismo) por una legislación creada por y para ellos, y un gobierno que sólo representa servir a la República. Nunca más cantegriles ni pobres que no tienen nada que perder.

Nunca más la mejor gente abrazando las mejores ideas y -en su nombre y en el del amor por el Ser humano- emprendiendo las peores causas y olvidando lo más importante: no hay idea, por buena que sea, que valga una vida, propia o ajena. Mejor dicho: para la propia hay una: la Libertad. Pero eso es otra cosa, y sólo mi vida es mía (a veces ni eso).

Nunca más un Presidente que crea que porque tiene el 20 o el 50% de los votos atrás puede hacer lo que quiere y despreciar al Parlamento, que -por malo que sea- tiene el 100% del respaldo popular. Ojo, Dr.

Nunca más un Parlamento al servicio de los parlamentarios. Nunca más 383, autos baratos, lujo de la miseria ni falta de Quorum.

Nunca más aparatos armados fuera del Estado (y me gustaría saber hasta cuándo dentro). Nunca más Estado de Guerra interno ni externo, en la calle ni en mi corazón.

Nunca más militares salvadores ni apoyos estratégicos. Nunca más lógica de los hechos ni acusaciones de democracia burguesa: hay una sola, es la que quiero para vivir, y se lleva mal con los adjetivos.

Nunca más tortura sistemática ni esporádica. Nunca más el poder del estado oprimiendo, asesinando y enterrando clandestinamente a quien debe ser su desvelo, que no es otro que el cualquier miembro del pueblo que le da sentido.

Nunca más A, B y C ni proscripciones. De parte de ningún Gobierno ni de nosotros mismos. Nunca más fachos ni bolches, ni espectadores de la lucha devenidos cobardes o traidores.

Nunca más nadie sembrando odio en el alma de los jóvenes. Estos o aquellos.

Nunca más tanques en la calle, ni molotov, ni piedras para hacerles frente.


Yo estuve allí, y les digo: No hay nunca más. No hay reconciliación. No hay punto final. Ni siquiera entre los que estuvimos allí. Pero hicimos biuen en intentarlo por primera vez, otra vez, hoy.

No los hay ni los habrá, hasta que -uno por uno, todos- podamos accionar el maravilloso mecanismo humano del olvido. No hablo de perdón: no soy quién para perdonar a nadie: cada uno sabrá por qué hizo lo que hizo, debe vivir con eso hasta el último día, y no es cosa de lo que se dice sino de lo que se siente.

Olvido. Genial invento que nos permite vivir sin el horrible tormento del recuerdo del miedo de nacer, el calvario del parto, el hambre y el frio primigenios, el primer grito o sopapo de Mamá o Papá, el primer rezongo de la Maestra, la primera humillación, la primera traición, el primer desamor, y tantas y tantas cosas tanto, tan, dolorosas que la vida regala a puñados.

Todos lo tenemos.

Sólo hay que usarlo para esto tan chiquito y poco importante que se llama ideología. Si los Familiares no pueden, sabré comprender. Todos los demás que no lo hagan, están, simplemente, condenándose a vivir en el dolor autoimpuesto, que es como el Infierno pero acá, todos los días.

En este mundo Verdad y Justicia son conceptos abstractos. Si las hay de verdad, sólo pueden estar en el mejor y más limpio rincón de nuestro corazón.

Y ahí no cabe el rencor.

Si te rompí demasiado las pelotas, te prometo que nunca más. Pero no te olvides de mí.

martes, 16 de junio de 2009

Hoy es 16 de junio

Hoy es 16 de junio. La respuesta de muchos, probablemente sea "Sí. ¿Y qué?”

El 16 de junio de 1984 fue, desde mi punto de vista, un día clave para el país. Ese día, regresó de su exilio el Sr. Wilson Ferreira Aldunate, y cada uno seguramente tiene una opinión al respecto y sobre él. O no, pero el tema no es ese.

La tarde anterior, caminando por el Centro, había visto pasar jeeps con ametralladoras de pie empuñadas por soldados en uniforme de combate, seguidos por camiones de tropas, tanquetas y tanques. Iban a tomar posición en la zona portuaria.

Nunca he sido demasiado valiente, pero ese vano intento amedrentador sólo consiguió despertar en mí una rebeldía final, arrinconada hasta entonces por el miedo.

"Otra vez, no", sentí que me decía "esa" voz que todos alguna vez escuchamos dentro.

"Aquella vez en 1973, no salimos a la calle, pero ahora ya sabemos cómo es vivir en el terror. Si no se van, ya no importa. Tiene razón Juan Chahuanco: para vivir como vives mejor no morir de viejo". A esa altura tenía casi 30 años, y una hija de tres; y ambas cosas me empujaban.al miedo y la decisión.

Esa noche no dormí. Reuní todo el (poco) coraje que uno encuentra después de vivir once años asustado y -muy tempranito- me fui para Agraciada y Nueva York, en la zona donde se suponía nos reuniríamos con otros locos como yo, para manifestar.

En la hermosa mañana el panorama era desolador: unos puñaditos de gente (que más evidenciaba su candor que su práctica militante, y combativa) exhibía una modesta y decorosísima decisión, sólo superada por su terrible indefensión y falta de condiciones para enfrentar lo que se venía.

Alcanza recordar que por entonces la represión había recrudecido, en directa proporción con la expresión cada vez más inocultable de que la gente estaba harta. Un tiempito antes, en la feria de Tristán Narvaja le habían pegado a todo el mundo. No se salvaron ni las viejas con la chismosa en la mano, ni los puesteros. Nadie.

Ahora, habían sacado los tanques. Los granaderos estaban prontos como siempre, cerca como nunca. Frente a ellos, esperando, con la mansa decisión del que sabe que tiene razón, poco para perder y mucho para ganar, mujeres de tacos altos y cartera, veteranos heroicos entre los que recuerdo nítidamente a Maneco Flores Mora (por entonces ya herido de muerte por la enfermedad, pero con el alma y la pluma en flor), y unos cientos de nosotros.

Los helicópteros sobrevolaban continuamente la zona, a baja altura, aturdiéndonos con ese sonido característico para siempre asociado al genocidio de Vietnam, al de Afganistán, y a tantas otras gestas brutales en contra de los pueblos del mundo.

Como a las once y media de la mañana, una columna impresionante de militantes de izquierda, que habían decidido reunirse detrás del Palacio Legislativo, se fundió en el ya no tan pequeño grupo inicial, confundiéndose en el apretado abrazo de un pueblo que siempre sabe qué es importante y qué no; tan característico de aquella época, hoy tan penosamente lejano.

No pasó nada. Éramos demasiados como para reprimir. Wilson fue preso, sus acompañantes cada uno para su casa, y al sábado siguió el domingo.

Pero ya nada sería igual.

Aquel glorioso y olvidado sábado por la mañana, un montón de uruguayos le habíamos dicho a los militares, pacífica y decididamente, que la cosa no daba para más. Que ya no había nada que ellos pudieran hacer, más que volver en silencio al lugar de donde nunca debieron salir.

Desde entonces tengo la sensación de que hay un día color corazón que falta en el almanaque, pero que está en el alma de algunos de nosotros; mucho más que otros que sí son recordados, al menos en el almanaque.

Para este peladito, el 16 de junio es el Día de la Dignidad y, si fuera feriado, debería estar destinado a conmemorar (y volver a disfrutar) algo que hicimos entre todos: recuperar el control de nuestra vida como nación.

No dejo de soñar que vuelvan a nuestra alma la alegría, la esperanza, la tolerancia la valentía y la claridad que supimos exhibir entonces.

SAVAP

lunes, 8 de junio de 2009

Confesiones de un Políticamente Incorrecto

No hay caso. Soy un tipo políticamente incorrecto.

Me recuerdo desde siempre con dificultades para hacer la plancha; qué decir de dejarme ir a favor de la corriente. ¿Será congénito? Un muchacho que sabe me dijo que eso no está en mi Carta Natal, así que no: debe ser porque siempre hago lo mismo. Por ejemplo, pensar frecuente y profundamente en cosas que a casi nadie se le antojan importantes tales como la ética, la lógica, los sentimientos y el parecer de los demás. O preguntarme por qué el consenso maravilloso que nos unía a la salida de la dictadura es sólo un lindo y suavemente doloroso recuerdo; o por qué cada vez que me pongo a mirar con atención me reconozco un poco menos en el Uruguay de hoy.

Hay algo peor aún. No sólo pienso: también lo digo (a veces hasta lo escribo) y en difícil, para completar.

Algunas personas dicen que lo hago muy bien, que por qué no me dedico. A escribir, digo. Lo otro no sé si me sale bien, pero sí solito, sin necesidad de exhortación. En realidad, creo que eso es lo que me dicen. Al escuchar las palabras mágicas (“Estuve leyendo lo que me mandaste, Eldo. ¿Cómo decirte? Estee… no te puedo explicar lo que sentí. ¿Por qué no te dedicás…?”) no consigo terminar de escuchar (probablemente digan “… a las 8 horas.”); y ensueño con un destino literario glorioso.

Como el de Benedetti, por ejemplo. Quién te dice que no pueda yo llegar a ser un escritor facilongo, predecible, técnicamente de media tabla para abajo al lado de sus colegas locales, suficientemente revolucionario como para exilarme el primer año en Cuba y los diez restantes en Madrid sin recibir crítica alguna de los compañeros; que saben que utilizo mi tiempo en escribir todo aquello que quieren escuchar, y proclamo que mi literatura está al servicio de mis ideas. (En la época AM (antes de Mario) yo creía que debía ser al revés, pero seguro que por ese camino se llega a ser un buen escritor universal, no el poeta del Uruguay errante). Pasada la tormenta podría volverme al paisito, vivir de mis derechos de autor con tranquila sencillez republicana hasta morir de viejo, proceso y desenlace insólitamente destacados por los Medios de la oligarquía (a cuyos propietarios hubiera fusilado de estar en el poder). A lo mejor hasta podría tener unos esponsales repletos de gente que dice que está triste y que soy lo más grande que hay; la mayoría de la cual si leyó el 10% de lo que escribí es mucho. Eso sí: una multitud tan pero tan culta y buena que tal vez alguno hasta me atribuya la autoría de Cien años de soledad. Si a él se le dio...

Perdón, me fui del tema: Políticamente incorrecto decía. ¿Por qué era? ¡Ah si! Ya me acordé.

Los PI podemos bromear (públicamente, digo, en privado cualquiera lo hace) con cosas tales como una frase del Sr. Presidente que tal vez ponga luz al hecho de que sólo personalidades ideológicamente afines con el extinto mencionado ut supra manifestaron su pesar humano y cultural. “Los hombres como Mario no mueren: se siembran”. Originalísimo el Presi en el uso de una frase que se repite hace décadas con un comienzo diferente. Hasta ahora, que yo sepa, eran los Socialistas los que recibían un tratamiento tan “radical” (esto es: ser enterrados para que germinen y florezcan, aunque no mueren. O sea: vivos). La verdad, viendo a algunos representantes de la estirpe que hablan de sensaciones térmicas, se bañan para la foto después de revistar a caballo, o están más afines a hacer gargánaras con tinto que a ejercer la Diplomacia, la idea no parece tan mala. Menos mal que a Mario lo esperaron hasta el final, si no, otra que Solé.

Otra vez me fui de tema.

Estoy empezando a pensar en escribir en serio (no ahora, no te ilusiones). Ya tengo hasta el nombre: “Manual del perfecto Políticamente Incorrecto”, que reúne concisión, vuelo poético, claridad y hasta rima. Estaría destinado a ayudar a aquellos que sufren esta incomodidad crónica y no se dan cuenta del porqué. Pensé en ponerle “El incorrecto político”, pero son demasiados los que podrían sentirse aludidos, y en una de esas alguno me reta a duelo o me pide derechos de autor.

Comenzaría así:

Para saber definitivamente si es Usted un PPI, vea cuántas coincidencias reúne con la siguiente descripción:

1) Tiene calambres, palpitaciones o sudor frío al leer este menú electoral:

- Propuesta de gobierno de la Izquierda (devenida en centroizquierda)en el Gobierno: Más de lo mismo pero con nabo, chorizo, pindonga, mate y bicicleta, sin Gillette, traje, sonrisa perfecta, abrazo al Obispo ni mansión en El Prado. Pintó congreso estilo PCUS de los 40’, con votación a mano alzada, claro, and the winner iiiiis: Ultrapepón, el guerrillero indestructible. Verborrágico, soñador y rasqueta, este prototipo de guerrero universal viene equipado con discurso diletante y morigerado (a prepo), sin chip de reconocimiento de errores en el 62’, el 72’, en el Filtro, durante este Gobierno ni nunca; ni mucho menos que con él de Vice podrían haber ganado en primera vuelta y ahora hasta pueden perder. Dios nos libre de ello (y de lo contrario), pero pueden.

- Propuesta de gobierno de la Derecha (devenida en Centroddd… bue, dice el Guapo que en Centro) que ya estuvo y dice que sabe cómo hacerlo: Más de lo mismo con olor a 90’s con menos sex & drinks & rock n’ roll, pero más cumbia, mulatas y muletas, algún patricio no tan visible (procurando suavizar el perfil) y algún vándalo dado de baja visando terminar el mandato sin trajes a rayas en el elenco. ¿Y ahora quién podrá defendernos de la chusma marxistoide? Cual Lázaro resucitado por un milagro (que puede ser cualquier cosa menos divino), el (flor de) ave Fénix de la política orientala, el Invasor de la hípica electoral, el último representante del Ancien Régime, el único que reconoce errores (pero no muchos) e insiste con que -como decía el Tío Tom- “con los blancos se vive mejor” (Grenno, Cambón y la Banca internacional están de acuerdo) y, como si esto fuera poco, el único candidato criollo con nombre de galletita inglesa: ¡Coooooooookie the Fiiiiiiirst!!!!. Avotáravotar Avotáravotar porunUruguaylibryfeliiii Avotáravotar Avotáravotar avotarotravezalQKiiiii.


- Propuesta de la Derecha (que tampoco se reconoce como tal, fleco punzó del otrora gigantesco “poncho de los pobres”, detrito del Partido que inventó la Socialdemocracia e hizo de Uruguay un faro para el mundo durante setenta años y que en veinte lo transformó en uno donde hay gente que usa la Biblioteca Nacional de cartelera, el Parque Batlle de casa y el edificio de El Día para timbear): Nada bien envuelta, maquillada con toques cosméticos marca “Renovación” y “Rubor colorado y batllista”, lompa y campera del PC Shopping, sin sobretodo. Bien dicen que el invento mata al inventor: en el primer partido donde hubo internas, emergido de los lodos de tener padre ganadero, fascista y golpista, un outsider con nombre de Apóstol, más pasarela que Eunice y más oportunismo que el Grillo Biscaizacú, ganará sin despeinarse la Copa “J y J, Generales de la derrota”; y el ya no Partido sino Triturado Colorado victoriosamente va a cosechar un 9%. Tamo' en el horno.

- Propuesta de la Izquierda (la ultra, la que escribía el discurso cuando el oficialismo de hoy era oposición, pero que ahora, con el mismo discurso, parece que no representa a nadie): Más de lo mismo, oscilando en su coherencia ideológica y respeto por la libertad entre la Corea del Norte de los lugartenientes de Pol Pot y la Venezuela del comandante Hugo Poquénotecáias. (De Cuba y China, no comment, hasta que quede claro si Raúl es un verdadero revolucionario o gusano imperialista, Tian-an-men es un invento de la CNN o el Salsipuedes posmaoísta, y si la Dictadura del Proletariado puede admitir algún paso atrás de subido color capitalista para lanzarnos definitivamente a tomar el Palacio Salvo. Esto lo discutiremos en el próximo Congreso, que va a ser en el bus, mientras vamos a apoyar cantarle el tercer Quelohcumplafelí al piquete de Arroyo Verde).

Puf. Se alargó la cosa. Si te parece bonito, en la próxima te mando más. Si se te ocurren temas a incluir, te ruego me los hagas llegar. Si no querés recibir más de estas epístolas, con decirlo alcanza; no hay por qué denunciarme a ANTEL, Defensa del Consumidor, el Cachete Espert, Tenfield o el Ku Klux Clan.