domingo, 2 de agosto de 2009

Sentir... que cinco años no es nada...

----- Original Message -----
From: Eldo Lappe
Cc: Sent: Tuesday, Aug 03, 2004 12:19 PM
Subject: De mi autoridad, vos, otros, y una orden que tengo que dar


Vos sabés que no estoy bien dotado para obedecer, una de las razones por la que muchos opinan que no sirvo para milico.

La Vida me regaló, a cambio, un modesto equipaje ideológico y filosófico que no hace otra cosa que adornar esa discapacidad; y dotarla de un fundamento ético que a muchos les resulta inadecuado. Políticamente incorrecto, dicen ahora.

También me regaló amigos (algunos de mi misma sangre) “milicos de alma”. Los quiero mucho, son grandes seres humanos que abrazaron su profesión con mucho más entrega y amor que la enorme mayoría de (por no decir todos) quienes se arrogan capacidad de juzgarlos y condenarlos por ella. Y, naturalmente, pagaron los precios de su decisión.

Ayuno de dotación natural, pues, para el tema del poder, del mando, de la verticalidad, una nueva paradoja me atrapa; y me veo hoy en la necesidad de recurrir a la autoridad de cada uno de mis lectores, esforzados integrantes de la Asamblea de mis afectos. El fin justifica los medios, decía el Tío Niccoló. Ya verás.

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Me enseñó el más grande de los Orientales que mi autoridad (así, con minúscula, no como la de él) emanará de ti, si me la conferís. Dale, no seas así: la necesito para dar una orden, que es lo único que   -al parecer- entienden algunos.

¿Me la das? ¿No? Hacés bien. Es peligroso poner nuestro supremo poder en manos de otro.

¿Me la das? ¿Si? Gracias por la confianza; enseguida te la devuelvo. Tenés mi palabra, que es (por debajo de mi Amor y junto a mis mejores tesoros) lo más valioso que te puedo ofrecer.

Y quedate tranquilo: no la quiero para transformarla en poder: el poder apesta, quienquiera lo ejerza; más allá de sus intenciones.

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El sábado llegué a casa a primera hora de la tarde. Venía de “hacer la compra”, como dice Oscar, un amigo chileno. Encendí, como siempre, a mi compañera (la radio, claro). El Espectador, 13 a 0, programa supuestamente deportivo. A pesar de que no jugó Peñarol, igual lloré.

Cuando pude reaccionar, encendí una vela en mi altarcito, frente a la foto de los viejos. Vinieron nuevamente a visitarme esas antiguas y queridas amigas, las lágrimas. Me preparé un almuerzo frugal y, mientras comía, pensé en ir. Después pensé en quiénes iban a estar, además de los que importan. Me quedé.

Sorprendentemente (?), no fui el único que no estuvo en el Palacio velando al General. La porfiada realidad una vez más a la vista. Y el estómago de los verdaderos dolientes, agradecido. (1)

Más tarde, agarré la guitarra y me fui a charlar con un amigo que lo necesitaba, y luego a conversar, y cantar, y tomar una, y otra, y una más (igual no tengo auto) con otros amigos del alma; que me habían invitado “antes”. Triste o alegre, mi compromiso sigue siendo con los vivos.

El domingo me levanté tarde. Apronté el mate. Pensé en ir. Pensé otra vez en quiénes iban a estar. Decidí que -seguramente- casi nadie que importe me iba a extrañar, que mejor almorzaba con Nilda y los gurises en su casa, y después nos íbamos al Domingo Amigo de la Peluffo Giguens; y de allí a cantar al cumpleaños de un Tío muy querido. Mi compromiso seguía (y sigue) siendo con los vivos. Y con la alegría de vivir.

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Hubo dos o tres cosas buenas en este fin de semana tan especial.

Primero, supe que ya casi no me entristezco con la muerte de alguien querido, sino que -pasado el impacto- me alegro de que el que se "fue" haya sido; de haberlo tenido todo el tiempo que me lo prestaron. Y doy gracias.

Segundo: me reconforta saber que mi país sigue siendo el mejor del mundo, uno donde -más allá de la paja retórica habitual- cuando hay que saber reconocer, se sabe; cuando hay que saber comportarse, nos comportamos. Casi todos. Y esos pocos que no, a quién le importan, por encumbrados que hayan estado, estén, piensen que van (o vayan) a estar.

Tercero. Seguramente mi Viejo, en el lugar del Cielo en el que tenga su ranchito, habrá prendido el fuego, preparado flor de asado, y destapado la mejor grappa con gustos para recibir a su amigo.

Cuarto. Un ser humano excepcional y su familia, dejaron de sufrir. Que no es poco.

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Hace un rato te pedí tu autoridad. ¿Te decidiste? ¿Me la vas a prestar, aunque sea un ratito?

No esperaba menos de vos. Cuando sienta que tengo la de todos los integrantes de esta singular y querida Asamblea, lo voy a agarrar al Viejo, y le voy a decir:

- Muchas, pero muchas gracias por todo, mi General.

Descanse.

Es una orden.

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En memoria del General Líber Seregni (Montevideo, 13 de diciembre de 1916 - 31 de julio de 2004)
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(1) Con la excusa de que estaba en gira política en Cerro Largo, el Dr. Tabaré Vázquez no compareció en el velatorio.

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