De plebiscitos viene la cosa. Además de convocados a borrar el pasado con votos del presente, la primavera nos encontrará decidiendo acerca del así denominado “voto epistolar" aunque bien leída la propuesta se trata del voto extraterritorial.
Convocados es un decir: obligados es la verdad; y quiero dejar aquí expresado mi total desacuerdo con el hecho (inexplicable a estas alturas de nuestra Historia política) de que la libertad sirva en Uruguay para todo menos para votar. Quiero votar si quiero y porque quiero; no porque alguien dice que debo, porque soy empleado público, o porque si no lo hago no voy a tener que pagar una multa o a no poder hacer trámites. ¡Asuman que el Pueblo es adulto, por favooooor!!!
Vamos al tema. Lo analizaré desde tres puntos de vista, empezando por lo formal, que casi nunca es esencial, siguiendo también brevemente por los aspectos filosófícos que fundan la legislación que actualmente regula el tema, y me extenderé un poco más (no mucho) en los aspectos éticos del mismo.
1) El voto epistolar arrasa con muchas garantías esenciales por las que vela el estupendo sistema electoral uruguayo. Punto.
2) Sin ser experto, entiendo que la Constitución y las leyes electorales uruguayas sostienen desde siempre el criterio de ciudadanía por avecinamiento y no el de nación. Por eso es tan fácil que los extranjeros voten en nuestro país; y a mí me parece bien. “Si los sufre, tiene que poder sacarlos”. Ergo, si no los sufren, no; grita la Lógica.
Se aduce que el voto extra territorial existe en cien y pico de países, muchos del primer mundo, y es verdad. Es el caso de la potencia imperial supérstite (USA), las ex (España, Italia, Inglaterra, Autría, Alemania, Portugal, Holanda, etc., (que también traficaban esclavos, y no los seguimos en eso, ¿no?). También el de los veleidosos con ínfulas de (como argentinos, chilenos y brasileños), y el de todos los países que sostienen un nacionalismo fundado en unos criterios de "sangre" que hunden sus raíces en la noche de la Historia. Negra noche, agrego, con capítulos vergonzosos y despreciables como los certificados de pureza de sangre previos a la expulsión de los judíos en la Europa del Siglo XV (con los Reyes católicos a la cabeza), los acontecimientos en Alemania y Polonia en el XX; y que sigue tan campante en buena parte del mundo. Nunca es bueno decir que algo lo es porque otros lo hacen, sobre todo sin preguntarse por qué lo hacen.
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3) Casi nunca gané lo que creía merecer. No siempre me sentí a gusto con lo que debía hacer para parar la olla, ni siempre pude hacer o decir lo que quería. Pero siempre sentí que este es mi lugar en el mundo, y que es mejor ser de primera y estar jodido acá que de segunda (en el mejor de los casos) y con cosas (bis) “allá”. Por eso puedo sostener con la mirada en alto que vivir fuera de Uruguay es una respetabilísima opción.
Dejando salvados los casos de la Barca Puig, contadas expulsiones en el más oscuro pasado reciente y un pequeño número de casos en los 70' que tuvieron un tinte de cuasi obligación, emigrar ha sido y es una decisión libérrima que implica dejar de estar incómodo y/o no poder hacer o tener algo acá, para estar cómodo y/o sí poder hacerlo o tenerlo “allá”. Como dice Jaime: “Volver no tiene sentido, tampoco vivir allí. El que se fue no es tan vivo, el que se fue no es tan gil. Por eso, si alguien se borra, ¿qué le podemos decir? No te olvides de nosotros, y que seas muy feliz”.
Eso sí: el que se va, se va. No es que no quiera vivir acá: no quiere (o siente que no puede) vivir acá como es acá, y por eso se va; pasando a ser protagonista de otra realidad: la de “allá”. No trabaja acá, no come acá, no gasta acá, no se enferma ni se cura acá, no va al estadio acá, no da propinas acá, no paga impuestos acá, no usa el colector acá, no mantiene jubilados ni empleados públicos acá, no sufre ni se beneficia de las decisiones de los gobiernos de acá, como sí hace (si tiene papeles, todo eso y mucho más) “allá”.
Yo sé que es muy feo irse. Yo sé que dice Vaz Ferreira que entre dos soluciones igualmente buenas, hay que elegir la que dé mayor libertad, y eso me tironea del lado del liberal que soy. Ese que piensa que es mejor dejar el tema librado a la conciencia de quien -teniendo un derecho- elige no ejercerlo por saber que está mal hacerlo. Libertad y Responsabilidad. Pero sé también que la mayoría se pasa la conciencia por donde ya sabes, viene, vota, me encaja el gobierno que le parece bien (de cuyas travesuras no ha de beneficiarse o ser víctima), y se va.
Quede claro que no importa a quién vota: esto siempre estuvo mal, acarreara López Mena votantes para colorados, blancos o frentistas, como ha hecho, hace y parece que hará.La ciudadanía no se pierde, la pertenencia nacional tampoco, eso es claro; pero en la dura decisión de emigrar hay implícita una renuncia. Y hay que asumirla.
He escuchado decir: “Vengo a votar para poner un gobierno que haga que el país sea uno al que me pueda volver”. Mentira, iba a decir, pero no. No es mentira, es ilusión; que -siendo de la familia- tiene mejor imagen. Estadísticamente, nadie exitoso se vuelve. Todo lo que invirtió "allá" en tiempo, esfuerzo y dolor, es un ancla ilevantable. Además, es el emigrante primario quien tiene sus raíces acá, no su progenie, que tiene su vida allá y no arranca ni a palos para este “atraso”. La canción “Los hijos de Gardel” es lapidaria al respecto (y no vamos a acusar a Laura Canoura de facha, como sí seguramente a mí). Sólo quien no tiene éxito, tal vez, volverá; porque no hay mejor lugar que tu país para lamer tus heridas, rumiar la bronca, empezar de nuevo y putear legítimamente al Gobierno sin que te miren torcido por hablar de lo que no te corresponde, sudaca atrevido.
Lo que no quieren quienes así actúan y dicen, es perder contacto, dejar de participar, “traicionar” sus ideas. Sienten que nos ayudan a tener un país mejor, es decir, uno como les gustaría a ellos, que decidieron no vivir acá ni dejar que nosotros, que sí, decidamos.
Quiero dejar claro que cuando hablo de emigrantes no me refiero a los que se fueron dejando créditos impagos, golpeando la puerta y jurando no volver nunca más "...a este país de mierda”. Hablo de los que van al Club de Uruguay o como se llame, se ponen la camiseta de su cuadro de acá y ven los partidos de la celeste juntos, cantan el Himno en los feriados, escuchan a Alfredo, tocan tambores, mandan plata y cuando pueden vienen. Pero ¿cómo hacer para diferenciar los votos, si le aflojáramos al rigor racional y ético en aras de la sensibilidad?
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Por todo lo expuesto (y no por opositor o hincha de Trobo) me siento mucho más cómodo con la propuesta de crear una circunscripción electoral para uruguayos no residentes, que les otorgue la posibilidad de tener un número de Representantes en el Parlamento que piensen las cosas desde su perspectiva, hagan oír su voz y les permitan incidir en las decisiones legislativas, con una representación proporcional a su peso electoral real. Queda así plenamente reconocida su pertenencia nacional, salvada su necesidad de expresión e influencia, y atendidos sus deseos de sufragar; pero no se les da la posibilidad de decidir qué Ejecutivo nacional o municipal, ni qué leyes que se plebiscitan rigen los destinos del país en el que ya no viven, reitero, por su libre decisión.
Por ahora, lamentablemente, no será. Una vez más se impuso la aplanadora antiliberal, el espíritu intolerante y fundacional, el creer que como tuve el 50,4% de los votos tengo razón y los que recibieron menos de 1% menos no pueden tenerla. Y acá estamos, obligados a decidir SI o NO algo que ni siquiera se discutió en serio en el Parlamento ni en la opinión pública “porque estaba en el Programa que la gente votó”. La despenalización del aborto también, ¿Y?
En 2010 no habrá mayorías automáticas, el tema podrá discutirse de verdad y hasta puede que prive el respeto por todas las opiniones, y vuelvan a tener lugar la madurez, el debate de ideas y la negociación política.
Yo le pongo un votito a esa esperanza y, también por eso, no incluiré la papeleta de este Plebiscito en mi sobre.
Gracias por tu atención.
Selección de escritos anteriores de Eldo Lappe
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