Según puede leerse en la Prensa del viernes 18, el Plenario del Frente Amplio ha resuelto mandatar a sus representantes para que voten en el Senado el nuevo engendro jurídico (tan abominable como el rechazado por la consideración popular hace unos meses) y que han dado en llamar la Ley interpretativa de la Ley de Caducidad; decisión que conlleva el hecho de pasar por encima de la Constitución, de la lógica, de dos claros y contundentes mandatos populares al respecto; con el único objeto de -en lugar de crecer en la aceptación de que el pasado no se puede cambiar- privilegiar el triste premio consuelo de su rencor consistente en molestar un poco a algunos militares y, si sobrevive el Derecho en Uruguay, no poder procesar a casi ninguno.
Han utilizado para hacerlo el penoso expediente de obligar a los Senadores que habían decidido, en estricta concordancia con la Carta Magna y acatamiento de las citadas decisiones plebiscitarias, votar de acuerdo a sus convicciones y conciencia. Para tristeza de los libres y pensadores, se informa que dos de ellos adelantaron que han de ceder al chantaje; me arriesgo a decir que en defensa de vaya a saber qué carreras políticas ya que las suyas acaban de morir y su entierro de lujo será la cobardía de levantar la mano y decir "yo no quería" uno, y votar con los pies, huyendo cobardemente el otro. Me queda la esperanza de que Saravia haga honor a su apellido y los mande a cagar en público, inmolándose en la pira de los principios, al igual que su respetado no sé si ancestro pero sí obligado modelo.
Estimado frenteamplista: mediando semejante barbaridad, no se puede pretender conservar el respeto político de quienes, todavía, seguimos creyendo en la buena fe del llamado primigenio a "todos los orientales honestos". Se cumplieron en estos días 27 años de la liberación del General Líber Seregni de una tan larga como injusta reclusión. En dolorido homenaje y desagravio a su añorada y (atento al aire liliputiense que impera en su querida fuerza política) aún más acrecida imagen, me atrevo a recordar a los abanderados de tanta aberración una frase pronunciada por él, aquél 19 de marzo de 1984, desde el balcón de su casa.
"...la gran preocupación de este momento, para poder transitar efectivamente los caminos a la recuperación de la democracia es la pacificación de los espíritus, la pacificación nacional. Lo sentimos como necesidad: no hay democracia si no hay paz. Y la pacificación que lleve al reencuentro de los orientales tiene que reconocer necesariamente la más amplia de las amnistías, la libertad de los presos políticos, el retorno de los exilados, la desproscripción de hombres y partidos".
No se precisa ser lingüista, filólogo ni adivino: la más amplia, muchachos, es la que abarca a todos. Los ultras contra los que tanto le previno Salvador Allende, no lo dejaron. Y si hoy estuviera vivo, los curte a patadas. A todos, moderados y ultras. Por chanchos.
Cierro la cita y, tomando como base el discurso del 26 de marzo de 1971, este nabo repite "...otra vez, como en la patria vieja, padre Artigas guíanos!"
Leo, recuerdo, pienso, recibo de la Historia los mensajes de los dos generales más queridos y concluyo: NUNCA MÁS.
Lo siento por Usted, Dr. Vázquez, que estaba tan contento con su engendro, pero vamos a tener que enmendar el mamarracho de contaminar el cumpleaños de Artigas y el día del Abuelo (convocatorias unitarias, unificadoras y unánimes como pocas) con un nunca más rengo, tuerto, miope, pobrecito; indigno de la trascendencia de un verdadero Nunca Más. Mi día del nunca más será, a partir de ahora, el que recuerda la fecha en la que el Plenario del Frente Amplio consagró esta ignominia. Y, a partir de hoy,
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de libertad.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de libertad de conciencia.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de democracia directa.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de representación y mandato popular.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de valores.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de honor.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de respeto por la Constitución.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de respeto por las opiniones ajenas.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de respeto por las convicciones, propias y ajenas.
Nunca más vuelva un frenteamplista a hablarme de respeto por las decisiones de la mayoría.
Y, mucho menos importante pero no menos definitivo, nunca más vuelva un frenteamplista a pedirme el voto. Si esto es lo que harán con él, antes, me corto la mano.
Un aparte para mis amigos frenteamplistas.
Si comulgan con esta rueda de carreta, allá ustedes.
Yo acá.
Cada día más abierto a compartir su afecto sin importar qué piensen, cada día más cerrado en la defensa de los principios que sus autoridades acaban de arrasar.
SAVAP
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