lunes, 6 de agosto de 2012

La ya no tan estúpida ni, sobre todo, inválida rosa de Hiroshima

Desde hace un par de años el seis de agosto me plantea un problema para el que no encuentro solución. Hasta entonces, cada seis de agosto recordaba con horror las cien mil víctimas civiles de Little y Fat Boy; y, cuando lo encontré, empecé a compartir el video de Secos e Molhados y poco más. Un día, se hizo a Luz y pude, no ya sacarme de los ojos la querida venda principista, pero si vichar por debajo de ella con una mirada que va más allá del desgarro sensible para adentrarse en la lógica brutal de la guerra y sus terribles modos de hacer el bien.

Así, pude escribir esto.

“El Siglo XX es generoso en ejemplos de cómo se gana y cómo no se gana una guerra. A comienzos de 1945 las previsiones para terminar la guerra del Pacífico eran DOS MILLONES DE BAJAS entre los Aliados. El Presidente Truman soltó la bomba, mató a cien mil civiles y terminó el conflicto. Terrible en términos de sensibilidad humana general y magnitud individual, la cifra significa el 5% del cálculo inicial y baja al 2% si contamos las pérdidas humanas militares japonesas. Nótese que no hablo de los civiles, que hubieran sido probablemente más.

¿Qué tenemos pues? Un acto casi unánimemente condenado por la Cátedra principista, aunque para ganar 98 elige perder 2. ¡Qué disparate! ¿no? ¡Qué asesino truman! Con todo respeto por las víctimas civiles de Hiroshima y Nagasaki, no me jodan.

Ese 98% son casi 4 millones de vidas de soldados salvadas directamente, que se transforman en por lo menos 112 millones de personas más que hoy andan por el mundo, descendientes directos de los que no murieron entonces. (Cuatro generaciones arrancando en 4 millones en el 45, a dos hijos promedio, rubio más ponja menos).

En esa misma guerra, los mismos yankees ___________ (fill in the blank con la frase adjetiva deseada) decidieron no escuchar las recomendaciones de sus Generales y detuvieron el avance en Alemania, con lo que se compraron el rico problema de la Cortina de Hierro, la Guerra Fría y sus mellizas (Corea, Vietnam, Afghanistán...).

Por no hacer lo debido en ellas (que era medio brutal otra vez) permitieron la división del país. Gracias a eso, Pyong Yang es hoy, más que “a pain in the ass” para enemigos y benefactores de entonces, una afrenta a la evolución y un riesgo nuclear mundial; para no hablar del amigo Osama y seguidores.

Militaristas estamos, Lappe, dirás lector. No, che: apenas me permití un pensamiento estratégico. Estoy aprendiendo que salvar vidas es un principio que compartimos civiles y militares; al igual que pasar tragos amargos para obtener resultados dulces.

Hacer lo que hay que hacer le llaman.”.

Los enemigos ideológicos y políticos de Estados Unidos dirán que soy una bestia peluda, un enemigo (sin darse cuenta del involuntario doble cumplido). Los amigos de USA dirán “qué bueno que hayas madurado, Eldo, y ya no te dejes guiar por la sensiblería izquierdosa. Mis amigos dirán: “Menos mal que te quiero igual, pelado, porque mirá que sos complicado, ¿eh?”. Mis enemigos nada dirán, porque no tengo. Pero todo eso poco importa.

Los cien mil inocentes me siguen gritando desde el fondo del alma. La dulce y artística irresponsabilidad de Vinícius y Ney Matogrosso sigue teniendo un discreto appeal para mi sensibilidad de extemporáneo adolescente.

O sea que estoy, una vez más, prisionero en la eterna e imposible dicotomía de las dos Éticas que me enseñaron: la de los principios y la de la responsabilidad; de cuyo ejercicio no puedo apartarme. Si fuera abogado me felicitaría, porque -conociéndolas bien y siendo un buen orador, como soy- si tomo un camino y defiendo una, no puedo dejar de tener razón.

Una lástima que tenerla no sirva para ser feliz.

Una mierda el seis de agosto, por donde lo mires.



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