sábado, 18 de diciembre de 2010

Se valora su esfuerzo. Puede y debe rendir más.

La antigua calificación tiene para mí un entrañable sabor a afectuosa, reconocida y esperanzada exhortación; que embebe el sentido de este artículo. Ni sorna ni auto atribución de un rol magisterial que no debo, puedo ni quiero ejercer. Un sincero “vamo arriba que es por ahí”. Más impuestos, digamos, para ser sincero.


La aceptación pública por parte del Vicepresidente Astori (y privada más general entre gente sincera) de la fuerte contradicción entre el discurso y accionar frenteamplista en ejercicio de la oposición y del gobierno, merece un igualmente honesto reconocimiento y en eso estoy.


No es fácil procesar (ni era de imaginar de su parte) un sinceramiento así, una humilde aceptación de la desmesura de lo que antes se reclamaba alegremente en nombre de la justicia social y la verdad revelada que hoy, en mucho mejores condiciones, resulta que no es justo ni se puede dar. Y de que lo que entonces se criticaba acremente por anti popular, ahora se hace y está bien.


Porque no sólo de palabras se vive. También los hechos han hablado y el Gobierno sorprendió a todos con algunas medidas difícilmente esperables de su parte.


En un póstumo, silente y merecido reconocimiento al Dr. Daniel Ferrére, el Ejecutivo esperó hasta saber que la opinión pública (incluso la frentista) estaba harta, para sólo entonces hacer su movida anti abuso sindical. Eso sí, usando la menor cantidad de fichas que pudo.


Prohibió sólo las ocupaciones de oficinas públicas, aseguró el apoyo político, policial y militar con que la Intendencia doblegó a ADEOM al quinto día de no recolección (lejos, muy lejos de los 21 contra Sanguinetti) y amenazó a AEBU con una esencialidad encubierta al estilo “interpretación porque no pude anular”. Y acomodó un poco la balanza pegándole primero a los escribanos (únicos a los que no concedió su reclamo, más que justo, dicho sea de paso), amenazando ahora a los anestesistas con una leva forzosa si no negocian; y a todos los que piensen asomarse con la sensación de que se acabó el relajo. No tiren de la piola, dijo Tabaré. Ahí tienen.


Me detengo un poco en el tema de los anestesistas y digo: si desde 1985 todos los Partidos alternaron en el gobierno y han coincidido en que se puede fijar administrativamente el precio de algunos bienes y servicios con arreglo a su primera necesidad (leche, pan, cuota mutual, boleto y muchos etc.) me parece un exceso de ortodoxia liberal dejar librado al juego del mercado el precio de una prestación (no sólo necesaria sino vital); cuyo precio se fue a las nubes porque se ha vuelto singularmente escasa por la acción e inacción de una Universidad que hace 60 años es dirigida por la gente que hoy gobierna el país. No hay un bando de los malos. Esto es, como buena bosta, caca sobre caca.


En uso de mi estilo presidencial progre recién estrenado, como te digo eso te digo también que, si una limpiadora cobra $70 la hora más el boleto (y no aporta a BPS, DGI, IRPF, FONASA ni tiene que pagar semejante contribución y patente, Primaria, Colegio ni Universidad para los hijos, ni nada de eso) los inicialmente exorbitantes $700 la hora que quieren unos profesionales que estudiaron 12 años y tienen mi vida en sus manos (lo cual me inclina a querer que estén especialmente tranquilos y contentos) me parecen bastante menos horrorosos.


No conozco las cifras globales ni si ese precio/hora es impagable a todos los especialistas, como dice el Ministro que disputa con ventaja de dos cuerpos el Clásico Soberbio Sinconqué; pero sumando dos “errorcitos” menos por período (como el de Sendic con el seguro del petróleo, por ejemplo), más una UTE que se ponga en serio a asegurar que, llueva o no, haya electricidad (sin tener que comprarla a precio de oro en Brasil porque se tomó cinco años para negar primero y hacer después lo que dejó pronto la Adm. Batlle), más recortar totalmente los gastos publicitarios de empresas y organismos monopólicos, la mitad de la flota, de los viajes al Exterior y todos los gastos suntuarios del Estado, arreglamos seguro este fato y todavía sobra pal asao y el vino.


Señores Presidente, Vicepresidente y otras autoridades de frente y mente amplias: ya aprendieron lo que siempre se les dijo: que la luna no es queso y que no se puede decir a todo que sí porque dice el Libro rojo que el que pide es de los buenos. Vamos bien. Muy bien. Sin ínfulas de Maestro Ciruela, reitero: se valora su esfuerzo. Puede y debe rendir más.


Como no soy de decir "hay que hacer" sin decir qué, me voy a permitir proponerles unos pasitos más.


Ya que hemos decidido privilegiar el interés general por sobre el de la minoría no frentista y el de la muy minoría frentista pero con un poder enorme en la interna y los sindicatos, estaría bueno empezar a pensar en dejar de ser el gobierno de los frenteamplistas y pasar a ser el gobierno de todos los uruguayos. Pierden unos miles, empata menos del 48% y ganamos el resto. A mí me da bien.


Aceptado que fue que el interés general se antepone al corporativo (si bien por ahora ello sólo se verifica cuando los reclamantes son burgueses, enemigos políticos o desleales con el proyecto frentista viable), aunque suene a herejía albigense modelo XXI, es deber de vanguardias populares y republicanas verdaderas, inexorable e impostergable cumplir el mandato constitucional


“Art. 57: … Declárase que la huelga es un derecho gremial. Sobre esta base se reglamentará su ejercicio y efectividad".


Lo que está en juego no es avanzar, gente: es no retroceder más. La democracia representativa y el juego político partidario son una evolución revolucionaria, una mejora sideral respecto del corporativismo. La una concibe una Sociedad regulada cuyo Estado vela por el interés general y el equilibrio entre sectores, el objetivo del otro es, libre e impunemente, sacar tajada en proporción al poder de cada corporación y el resto que se arregle como pueda. Hace años que, con apoyo ideológico y politico, el corporativismo campea y nos está ganando.


El caso de la Enseñanza (Universidad incluída) es paradigmático. Son la máquina Hood Robin: le sacan plata a los pobres para que los únicos que vayan y terminen la Escuela, el Liceo y la Universidad sean los ricos. Los pobres no aprenden nada que les permita trabajar, sino aburridos contenidos de un sistema estancado en el tiempo y que no mira a sus clientes ni al mundo. Y, lógicamente, los estudiantes pobres abandonan en manada, sin condiciones de acceder al mercado laboral. He ahí una puerta a los círculos infernales de la depresión, la droga y la delincuencia. Sin embargo los profesores ganan bien, los mejores dan clase en Pocitos, Carrasco, la Blanqueada y los peores en Casabó o Rincón de la Bolsa. La Suiza de América de antes de la Educación en manos corporativas, con 4,5% y todo es el cuarto peor del mundo en desigualdad de aprendizaje según origen social.


Hay que terminar con las declaraciones declarando la guerra por los pobres (*). Por suerte, Pepe no es Conselheiro y Uruguay no es Canudos: esta la podemos ganar. Los bandos de esa guerra son democracia representativa y partidos políticos poli clasistas por un lado, corporaciones (y sus brazos políticos antiliberales) por el otro. Yo sé de qué lado estoy, no sólo por haber sido sistemáticamente jodido por la acción de estos últimos y la inacción (torpe o interesada) de aquellos; sino también porque estoy convencido de que sin libertad nada vale nada, y que reunirse por ideas y buscar el bien de todos es éticamente superior a hacerlo por intereses y buscar el propio.


Casus belli es, pues, y con sus reglas se debe jugar.


El Siglo XX es generoso en ejemplos de cómo se gana y cómo no se gana una guerra. A comienzos de 1945 las previsiones para terminar la guerra del Pacífico eran DOS MILLONES DE BAJAS entre los Aliados. El Presidente Truman soltó la bomba, mató a cien mil civiles y terminó el conflicto. Terrible en términos de sensibilidad humana general y magnitud individual, la cifra significa el 5% del cálculo inicial y baja al 2% si contamos las pérdidas humanas militares japonesas. ¿Qué tenemos pues? Un acto casi unánimemente condenado por la Cátedra, que para ganar 98 elige perder 2. ¡Que disparate ¿no? ¡Qué asesino! Con todo respeto por las víctimas civiles de Hiroshima y Nagasaki.


Ese 98% son casi 4 millones de vidas salvadas directamente, que se transforman en por lo menos 112 millones de personas más que hoy andan por el mundo, descendientes directos de los que no murieron entonces. (Cuatro generaciones arrancando en 4 millones en el 45, a dos hijos promedio, rubio más ponja menos).


En esa misma guerra, los mismos yankees ___________ (fill in the blank con la frase adjetiva deseada) decidieron no escuchar las recomendaciones de sus Generales y detuvieron el avance en Alemania, con lo que se compraron el rico problema de la Cortina de Hierro y posiblemente la Guerra Fría y su primogénita, la de Corea. Por no hacer lo debido en ella (que era medio brutal otra vez) permitieron la división del país. Gracias a eso, Pyong Yang es hoy, más que “a pain in the ass” para enemigos y benefactores de entonces, una afrenta a la evolución y un riesgo nuclear mundial.


Militaristas estamos, Lappe, dirás lector. No, che: apenas me permití un pensamiento estratégico. Estoy aprendiendo que salvar vidas es un principio que compartimos civiles y militares; al igual que pasar tragos amargos para obtener resultados dulces.Hacer lo que hay que hacer le llaman.


Traje a propósito el ejemplo militar porque el Presidente y la barra dicen que saben de guerra aunque, seguros de ser invencibles (tal vez por eso), perdieron la única que pelearon.


Como él y su entorno parecen empezar a asumir la realidad, intento recordarles que no se puede ir a la guerra con las manos atadas, ni dejar de usar todo lo que uno tiene para vencer. Se toman las medidas más eficaces y eficientes, aunque sean duras, y se gana. Hay ruido, alboroto, pataleos, cháchara. Y después, todo vuelve a la normalidad, sólo unos pocos se acuerdan de qué tan duro fue aquello, porque lo que conseguimos es mucho mejor. Y permanente.


Largue la bomba, Pepe. Párele el carro A TODAS las corporaciones. Ya. Es lo que corresponde a la ética y -de yapa- oirá hasta en sueños un coro de tres millones de voces diciendo “Pepe amigo, el pueblo está contigo”.


Con el artículo a medio redactar, venía pedaleando y tuve como una visión. Estaban ambos, Pepe y Danilo, sentados cada uno en su rinconcito de soledad, cavilando acerca de las vueltas que da la vida. Al son de “cambia, todo cambia”, en 2005 llegaron al gobierno pensando llegar al poder. Bruto chasco. La segunda sorpresa fue que lo que cambió no fue esa realidad tan diagnosticada y programeada y resolvida en los papeles, sino su propia forma de ver las cosas, pensar, decir y hacer. En suma, ellos mismos.


Otra cosa que cambió fue su percepción del Frente. Ahora la interna no es más por ideas sino por poder; y no todos se portan como era de esperar. Las culebras echaron dientes. Y los muestran. Y muerden.


Pero lo que más desorienta es que también cambió el enemigo. El de siempre, se demostró indestructible, pero no inaccesible ni agresivo sino hasta amigable. Ya no es el objetivo principal. Es que ellos nunca pierden. ¿Todos? Nunca. Una vez será el Campo, otra la Industria, otra la Banca, otra los Importadores pero, todos juntos, nunca. Son como los bancarios de siempre y los de ADEOM del 90’ para acá. El “Eureka” de Arquímedes en versión gubernamental frenteamplista.


Pepe, Danilo: para hacer lo que vinieron a hacer (que ya no es cambiarlo todo, sino lo posible), el enemigo no es la oligarquía, que siempre que no la jodan mucho (y casi no hay cómo) va a estar del lado del poder. El enemigo son los que se oponen a la felicidad pública, los que no les dejan cambiar lo que hay que cambiar para que la máquina de pedir e impedir vuelva a ser un Estado al servicio de los intereses de la gente. La Madre de todas las reformas la llamaron. ¡Mamá, vení! ¡Ya!


Para reformar el Estado hay que, antes, reorganizar los sindicatos para que, como dijo ayer en su audición, “los callados que hacen todo” puedan expresarse sin presiones en una Asamblea, decir lo que hay que hacer, resolver en secreto de acuerdo a su conciencia y después llevar las propuestas a una mesa de diálogo, no de negociaciones.


No hay nada que negociar ni con quién: hay que reformar el Estado, redefinirlo en sus fines, objetivos, estructura y métodos, profesionalizarlo, ponerlo ágil, lindo si fuera posible. Para eso, hay que hacer lo que hay que hacer, le duela a quien le duela. La gente espera eso; y siempre va a estar detrás de quien la defienda de un desastre que ya lleva cincuenta años.


Una vez escuché que había habido un Pepe en cada siglo haciendo lo que hubo que hacer para que fuéramos grandes, y que Mujica era el tercero. En ese momento me calenté por la desmesura y falta de proporción, ahora pienso que -si no es- esto no lo para ni cambia nadie por las buenas.


Para ser Don Pepe, Pepe, hay que pelearse con los que hay que pelearse; porque así nomás no lo van a dejar. Lo que se puede hacer (reformar el Estado, la Salud, la Enseñanza, etc.) empieza donde le digo.


Si lo intenta, puede que lo consiga. Si lo consigue, no pueden perder las elecciones por veinte años más. Si lo intenta y no le da el tiempo, las próximas tampoco. Si lo derrotan intentándolo será la Redota en 4x4 en vez de en carreta: habrá que pensar en irse porque esto no tendrá un arreglo en el que me guste pensar. Ahora, si no lo intenta, puede que vuelvan a ganar, pero no valdrá la pena. Y Usted habrá dejado pasar la oportunidad. No la suya: la del país.


Reglamentación sindical ya. Reglamentación sindical tal que asegure representatividad, democracia, transparencia, garantías, equilibrio, ponderación y defensa de intereses laborales; no carreras políticas y locas pasiones.


Luego, reforma del Estado. Entre todos. Con todos. Para todos.


Anímese, Pepe, que Don Pepe suena mejor.


SAVAP


~(: )


(*) Lectura recomendada http://blogdegalarza.blogspot.com/

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