A mis hijas, por no haber podido yo decirlo tan bien como Perales. Y porque sí.
Tengo un amigo.
En épocas de abundancia Made in Facebook y proliferaciones artificiosas homólogas, puede parecer poca cosa. Para mí no lo es.
Como buen ultra y sesentón, el Negro conoció el Cilindro en su versión hotelera. Milita en el MPP y en un sindicato. Buenmozote (dice él), 1.80 y pico, 90 kg de músculo y panza. Manya genuino.
Salvo cuando puteo al DT de turno o denuncio alguna trapisonda de Paco Casal, alguno de sus siervos o adulones, es muy infrecuente que él esté de acuerdo con mis artículos. Ello no sería malo en sí (ni siquiera sería original). El problema es que nunca conseguimos discutir concretamente las opiniones y argumentos que expongo, sino que terminamos haciéndolo acerca de temas en los que su partido está en desacuerdo con el de aquellos que, según él, defiendo, beneficio o represento cuando opino algo que no le gusta.
Este fenómeno no le es exclusivo. Es más: diría que lo raro es que alguien lea lo que escribo y replique mis aseveraciones o contradiga mis argumentos con otros; y lo normal que cada uno me beneficie con el casette de su facción.
Incluso la mayoría de los que me dan la razón lo hace porque mi opinión, circunstancialmente, parece beneficiar su posición. En definitiva, casi todo el mundo me da muestras de cariño o repulsión asigún caiga el moco en su masa partidaria o fuera de ella. Es así y no me quejo.
Lil, mi Compa, me regaló hace un par de años un librito estupendo: “El día en que desperté dos veces” (© Julio De Caro, editado por Grupo Magro, 2008.). Lo recomiendo de alma. En la página 51, Don Julio iluminaba, ya entonces:
“Aunque sé que no soy el único, es claro que tengo un sistema de percepción poco fiable, del que puede depender /…/ la felicidad o el sufrimiento de mi vida /…/ Las más de las veces mis percepciones son seguramente una mezcla de datos de la realidad sobre los que hago interpretaciones muy singulares, a las que agrego invenciones producto de las ideas preconcebidas y creencias que pueblan mi mente. En función de esos prejuicios, evaluo, comparo, juzgo, infiero, supongo, deduzco y, por tanto, aquello que es real lo tiño por completo de lo absolutamente subjetivo /…/ Este proceso es tan eficiente y silencioso que salvo en casos excepcionales, no me doy cuenta de que lo hago.”. " Frecuentemente pienso que con este mismo proceso, basado en prejuicios y distorsiones, podemos llegar a considerar enemigos a gente que nunca hemos visto. Querer u odiar, en función de imágenes creadas por nuestra mente. /.../ Tal vez buena parte de las miserias humanas tenga que ver con la forma en que se desarrolla nuestro proceso de percepción.
Y agrega, lapidario:
Ahora bien: el pecado no es poseer un proceso perceptivo que distorsiona la realidad; eso es como es. El pecado es ignorar que eso es así y matar o dejarnos matar por ello.
Leí el libro hace más de dos años, pero recién ahora entendí lo que decía. (No hay caso: siempre fui medio lenteja). Lo que es peor: vengo de saber que no era necesario más que escuchar con distinta oreja al popular José Luis Perales, que te puede enseñar lo mismo sin el duro ejercicio de leer un libro.
Allá por 1994, compuso “¿Cómo es él?”, canción que hasta hace tres días asociaba yo (y mi Universo conocido) con la vistosa protuberancia que orna la cabeza del ciervo macho adulto. Incluso cuando la cantaba Fernando en APRI, le pedíamos… “Dale Meji, cantate la del cornudo.”. ¿Sabés cuál es? Al pie puse la letra. Si no la conocés, leela ahora, por favor. (1)
¿Leíste? Te propongo un ejercicio: mirá cómo cambia lo que "dice" Perales si te susurro al oído que no se la dedicó a su mujer infiel sino a su hija enamorada. Cuando me lo dijeron, no pude (ni consigo ahora) frenar las lágrimas, la vergüenza ni las ganas de que la tierra se abra y me trague. ¡Cuánta ternura, delicadeza, amor incondicional y entrega! ¡Y yo pensando en traición y humillante mansedumbre! (2) ¡Qué estúpido! ¡Qué nabo! ¡Qué ciegooo! (yo, por supuesto).
No. Ciego no. Peor: ¡Qué prejuicioso!
Recuerdo lo que sé desde hace un tiempo (no hay verdades absolutas, sólo débiles certezas y convenciones, todo es relativo y cambia, en forma brutal, según la clave que usemos para interpretar) y me avergüenzo de nuevo. Alivia mi culpa la razón de De Caro, cuando dice que lo hacemos sin darnos cuenta.
Por olvidarse de todo esto, el viejo y querido Negro (y tanta gente, querida y no, vieja o joven) no puede leer lo que escribo (yo ni nadie) con alegría, gula intelectual o afán de descubrir un nuevo punto de vista; ni ver que ese penal no fue tan penal o fue enorme según dañe o beneficie al Manya.
Conste que yo tampoco.
¿Qué cobrás? ¡Cuervoooo !!!!!
(1) Mirándote a los ojos juraría que tienes algo nuevo que contarme. Empieza ya mujer, no tengas miedo; quizá para mañana sea tarde. ¿Cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre? Pregúntale, ¿por qué ha robado un trozo de mi vida? Es un ladrón que me ha robado todo. Arréglate mujer, se te hace tarde y llévate el paraguas por si llueve. Él te estará esperando para amarte y yo estaré celoso de perderte. Y abrígate, te sienta bien ese vestido gris. Sonríete, que no sospeche que has llorado. Y déjame, que vaya preparando mi equipaje, perdóname, si te hago otra pregunta: ¿Cómo es él? …
(2) Ni siquiera si, efectivamente, le hablara a su mujer. ¡Qué grande hay que ser para amar al punto de dejarla ir para que sea feliz con otro! ¿Por qué no le puede decir mujer a su hija si lo es? ¡ Gil, gil y gil ! (Nuevamente yo, claro :)
1 comentario:
A ver, estamos inmersos en un mar de incertidumbres y en un archipiélago de certezas!!!! Juana
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