lunes, 19 de julio de 2010

Ha de morir la flor para que el fruto nazca


Hace ya demasiados años, el 19 de julio el Mundo amaneció mejor.


Aunque aquí no pudiéramos celebrarlo públicamente, para gozo de los libertarios en Nicaragua había triunfado la resistencia popular y las tropas Sandinistas, pueblo en armas, derrocaban a la dictadura de Anastasio Zomoza Debayle; uno de los tiranos más sangrientos del Siglo XX (bien que no el más antiguo de los pocos que sobrevivían por entonces, de épocas aún menos democráticas del continente).

Décadas de ignominia parecían terminar ese día; y un ejército de veteranos de 20 años (cuando no menos) comenzaban a forjar la última etapa de la (también última) ilusión de revolución libertaria para nuestros pueblos.

Ríos de sangre inocente y culpable, decenios de ignominia, esfuerzo generoso y manipulación, cantidades universales de sufrimiento de los que siempre sufren (mande quien mande, gane quien gane) parecían ser suficiente.

Se inauguraba el último gobierno popular no emanado de las urnas de América Latina. Había que cambiar, de nuevo pero al revés, "los aperos de labranza por la pica y por la lanza, la humildad por la osadía" y, en vez de ganar la guerra, había que construir la Paz (que es con mayúscula sólo cuando suma pan y libertad, para todos).

Honor y gloria para los que construyeron e hicieron posible aquel sueño.

Comprensión y perdón para quienes se equivocaron de buena fe, para los que después de despertar de la gloriosa borrachera de alegría y magnífico ron (más dulce que nunca en la primera noche de amor sin sobresaltos) no pudieron preservar a aquel hermoso sueño del desgaste cotidiano de gobernar.

Reconocimiento para los que pusieron nuevamente el poder, ganado con las armas y perdido en las urnas, en manos de sus legítimos dueños; aquellos por quienes habían dado todo, cuyo respaldo perdieron vaya uno a saber por qué.


Respeto (y, si podemos, comprensión) para el pueblo, que -en la calma de la libertad reconquistada- siempre parece querer más las cosas que los sueños.

Desprecio, y luego olvido, para quienes -mostrando que para ser revolucionario de verdad no alcanza con proclamarlo, así sea a tiros- lo traicionaron irguiéndose en nuevos señores del viejo explotado, enterrando por el resto de esta vida mi ilusión de que "aquello" fuera no ya bueno, sino (apenas) posible.

Si bien hace años que en los Medios uruguayos no se recuerda esta fecha; más allá de mi desilusión, creo justos la recordación y el homenaje.


Empecinado, me sigo diciendo: el sueño de Sandino vive, aunque otros en su nombre hayan matado a la Revolución.

Y, de a poquito, algo me viene; derechito desde el corazón a la garganta... la anuda...

y se escapa...


Ay Nicaragua, Nicaragüita,
la flor más linda de mi querer,
abonada con la bendita,
Nicaragüita,
sangre de Diriangen.

Ay Nicaragua, sos más dulcita
que la mielita del tapacá
pero ahora que ya sos libre,
Nicaragüita,
yo te quiero mucho más.


SAVAP

Eldo Lappe


Por más información ver Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Revolución_Sandinista


----- Original Message -----

From: Lic. Eldo Lappe

Sent: Friday, July 19, 2002 11:23 AM Subject: Hoy es 19 de julio



lunes, 12 de julio de 2010

Inseguridad: la guerra nunca declarada


Montevideo, 9 de Julio de 2010


Ayer pasaron dos cosas espantosas, pero sólo una atrapó la atención de los Medios, porque la otra es noticia de todas las semanas y siguen vendiendo más doce presos muertos y cuatro más muy quemados que un laburante (más) asesinado por quienes lo rapiñaron, seguramente menores drogados, probablemente fugados del INAU. Dos cosas espantosas, pero se habló mucho (y mal) de una, y casi nada de la otra.


Por alguna razón, tal vez esa, esta vez se hicieron muy ostensibles el desequilibrio emocional y la opción moral resultante (entre ellos y yo, yo) que afectan a una altísima proporción de la población que, harta de inseguridad real y mediática, reacciona (cada vez más públicamente) con legítimas brutalidad y escasa elevación de miras.


De todo se escuchó en relación a lo de Rocha, desde "Bien hecho y “Que se jodan" hasta "La del mejor ciudadano y la del peor: una vida es una vida, y vale uno, sin importar de quién sea". Como casi siempre, todos tienen cierta razón: lo que hace cada uno es situarse en alguna de las facetas del problema, sesgar el punto de vista priorizando lo que le gusta y minimizando lo que no; armar el discurso correspondiente; que dejará contentos a los propios y calientes a los ajenos.


Con el incendio del Penal y el absurdo asesinato del Sr. Zeoli, el problema de las cárceles para mayores y menores estalló ayer en la cara de un Gobierno cuyo sustrato ideológico le hace mirarlo con culpa genérica, actuar blanduzco y contradictorio y sumarse así mansamente a décadas de manejo incompetente del tema en las cuales casi todos hicieron casi nada. Para mayor desolación, las formas de análisis y soluciones que se plantean desde el pasado marzo (tanto por el Ejecutivo como por las Comisiones inter partidarias) son inadecuadas a la esencia del tema y –para peor- podrían estar vigentes, tal vez, cuando se apague el último incendio, el que termine con todo, que no el de ayer.


Sé que va a sonar feo, feísimo, pero es lo que pienso: tiendo a ver el problema global de la delincuencia como una guerra que el Gobierno no se atreve a declarar. Para los que no me conocen profundamente y/o piensan que hablo en contra del Frente Amplio, les recuerdo que –según me enseñaron en la Escuela- el Gobierno en Uruguay está compuesto por los tres Poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) en los cuales la Ciudadanía toda delega su autoridad.


¿Por qué afirmo esto? Pues porque se me hace evidente que asistimos a circunstancias que en mucho se parecen a las que llevaron a la declaración del Estado de guerra interna allá por 1972. Hay alarma social, violencia, flaqueza institucional, vacío de poder, mucho miedo entre las mayorías decentes y gente sacando ventaja del caos.


Por las razones que sea, hay un pequeñísimo grupo de compatriotas alzados en armas en contra del sistema que los uruguayos hemos decidido impere; el cual incorpora como valores esenciales el respeto de y por la Ley, el sagrado inviolable de hogar, vida y libertad, la propiedad privada, el trabajo como forma privilegiada de sustento, la libre y segura circulación, la tolerancia y el respeto.


Ayudados por abogados formados gratuitamente en la Universidad de todos acerca de cuya ética prefiero no opinar, utilizan todas las flaquezas formales (y también las fortalezas morales) del sistema policial y judicial para hacer del delito un modo de vida. Los más violentos han conseguido aterrorizar a buena parte de la población, y entre todos, han encerrado entre rejas al resto; en absurda y dolorosamente consentida (resignada es mejor) inversión del deber ser.


Sin hablar de los motivos que los llevan al apartamiento señalado del mandato social propuesto, la diferencia mayor con los de los años 72' es que estos inorgánicamente asociados para delinquir son más foquistas, menos estratégicos y aquellos estaban muy bien organizados; pese a lo cual fueron completamente derrotados sin apartamiento del marco legal, lo cual debería alentar se analice al menos la posibilidad de afrontar el tema con la perspectiva que aporto.


Es un hecho: en la calle estamos en guerra, lo digamos o no, lo asuman y declaren o no el Parlamento, el Ejecutivo y la Justicia. Y en esa guerra los que caen son casi siempre los nuestros, los de este lado, los ciudadanos pacíficos y respetuosos del orden jurídico, a los que el Estado no asegura derechos esenciales mientras sistemáticamente vela por la mayoría de los de sus matadores. Para peor, la broma sangrienta que significa la incompetencia (por decir lo menos) del INAU para cumplir con su tarea de mantener a buen recaudo a los pocos menores que los Jueces se atreven a privar de libertad.


Así pues, es con cabeza de guerra debe ser tratado el tema seguridad y basta de titubeos.


Lo ciudadanos normales disfrutan, en democracia, del respeto por el Estado de todas las garantías posibles, pero para los especiales debe haber tratamiento especial. Claramente refiero a los trescientos forajidos y algunos cientos de presos que, cada tanto, llaman nuestra atención destruyendo un celdario o asesinándose entre sí; que, juntos, tienen a tres millones de personas más o menos normales a mal traer.


En ninguna guerra hay privilegios por ser prisionero o menor: sos un enemigo y como tal se te trata. Además, sin declaratoria ni nada, hoy en Uruguay es generalizada la opinión de que los menores que delinquen como adultos (o peor, porque no tienen códigos ni límites), como adultos deben ser tratados.


Está previsto en la Constitución: las garantías no son intocables, no al menos si las circunstancias lo ameritan, Y vaya si lo ameritan hoy. Le hablo ahora al Poder Ejecutivo y los legisladores: ¿No me podés tocar porque soy menor, botón? Eso sí que "nunca más". ¿Entregados a la custodia de los padres? Una vez. A la segunda, se los declara emancipados de hecho o pagan los padres por ellos. ¿Se escapan del INAU? ¿Queman las celdas una semana sí y la otra también? ¿No hay lugar en las cárceles? A construir campos de prisioneros seguros para todos, mientras se termina con los bellamente diseñados y duraderos institutos de reclusión y rehabilitación proyectados, tan del gusto de humanistas tuertos y Naciones Unidas. Tiempo habrá así para reorganizar el sistema carcelario devolviéndole su sentido redentor, y también para que nuestra Sociedad recupere la ponderación y el Humanismo que la caracterizan en épocas normales.


(Digo de paso que asegurar confort, comida, salud y asistencia social y psicológica a los peores hijos de un país que no se los asegura a sus trabajadores y gente decente, me parece por lo menos una paradoja. Pienso en lo de Rocha y me pregunto ¿cuántos laburantes se pueden dar el lujo de dejar la estufa eléctrica prendida toda la noche para dormir calentitos? Por lo pronto, yo no puedo. Lo pienso porque sin esa rara muestra de confort selectivo no tendríamos que lamentar la desgracia que hoy lloramos. Me sigo preguntando, sin que ello implique pensar en ocultamiento o censura sino perplejidad: los celulares como el usado para filmar el incendio ¿no están prohibidos en la cárcel? Y ya que estoy ¿Por qué yo no me puedo comprar uno con filmadora y memoria como el que tiene ese chorro? Por nabo, dirán muchos. Puede ser.


Vuelvo al punto: no se necesitan millones de dólares para dar una solución de emergencia a esta emergencia nacional, sino un sistema político entero que haga foco, ponga cabeza y pies en la realidad y demuestre ejecutividad y decisión. Hay unas Fuerzas Armadas que no saben vigilar calles ni manejar cárceles pero sí reciben entrenamiento y tienen los medios para construir y operar emplazamientos del tipo que propongo. Hay algunos por allí construidos para la Segunda Guerra que, bien mantenidos, siguen en pie con 70 años arriba. El que me impute querer un Auschwitz criollo es un malintencionado: en cualquier guerra hay que construir lugares provisorios donde –a veces por años- viven tus soldados. En toda guerra se toman prisioneros y hay que tenerlos en las condiciones previstas por la Convención de Ginebra que, afirmo, son infinitamente mejores que las que le hacemos padecer hoy a buena parte de los nuestros.


Todo lo necesario (menos la decisión) está disponible: hay materiales, hay espacio, hay técnicos, hay mano de obra y, sobre todo, hay que hacer algo ya. Porque esa es la obligación que asumieron quienes nos representan al aceptar sus cargos y porque la gente no aguanta más.


No hay quien no escuche a por ahí decir “Hay que terminar con los malandros, alguien los tiene que parar”, cuando no un brutal y sincero “No tienen arreglo: habría que matarlos a todos”.


Si algo no cambia rápidamente, no tardarán los vecinos en organizarse y recuperar ilegalmente el ejercicio de la fuerza legítima entregado al Estado en un contrato constitucional del que, por el momento, del capítulo Obligaciones sólo ve las propias y del de Derechos, los de los delincuentes.


Y todos sabemos que eso es lo peor que podría suceder.


jueves, 8 de julio de 2010

Qué lindo ser(ía ser) uruguayo


El nativo oriental del Uruguay es un bicho raro.


Tocado por el dedo de un Dios que, estadísticamente, no existe para él (al que apela toda vez que necesita algo medio extraordinario), cada integrante de esta numéricamente pequeña nación lleva dentro de sí una brasa eterna. No digo llama porque no es: la llama se enciende cada tanto, casi casi siempre frente a la adversidad. Y eso es uno de los motivos por los que sería lindo ser uruguayo.


Vienen los Orientales de un país donde, más o menos desde siempre todo funciona más o menos bien. Al menos eso te dicen en privado; aunque si se lo preguntas en público, dirán que francamente mal, que así no se puede más, que qué espantoso, que este país no anda ni para atrás, que a qué te vas a quedar acá...


También desde más o menos siempre han desarrollado una extraña habilidad para, en medio del desprecio intelectual, apasionarse por un juego importado desde la rubia Albion, con cuyo nombre se bautizó al club verdaderamente decano (palabra ajena la primera al hispánico origen local pero que -despojada de su b final integra el lenguaje cotidiano, como despojada ha sido la segunda de su sentido verdadero por copetudos fusionados que necesitan sentirse mejor, como si ser más viejos lo fuera).


Es difícil distinguir a un oriental por su imagen externa. Discretos al extremo (saco azul, pantalón gris o combinaciones de similar moderación uniforman su apariencia.(disculpen chicas)), tampoco es la estridencia de su hablar la que les destaca en casa o por ahí, como sí a sus hermanos y vecinos.


Van por el mundo, sin embargo, portando esa brasa, alimentada por décadas de milagros ateos llamados a veces como las tribunas de su Estadio, su ciudad capital o un asentamiento mejorado, y otras Rodríguez Andrade, Vaz Ferreira, Torres García, Varela (José Pedro o Jacinto, da igual) Caldeyro Barcia, Tálice, Iglesias, Fiandra, Ott, Leborgne, Vignoli, Engler y tantos etc. como se quiera.


Si están acá le enseñan a sus hijos en casa a burlarse del himno cantando "... Orientales la papa el boniato ahí enfrente murió un perro ñato atorado con tripa de gato." y lo musitan entre dientes en las fiestas de la Escuela (salvo, a veces, dos maravillosas palabritas tan hermosas y absurdas como las seis primeras, que recuerdan a los poderosos su ominoso y parkinsoniano destino); pero si andan por ahí no lo entonan: lo gritan más con el corazón que con la garganta, que es como hacen casi todo lo que hacen bien (que, si se ponen) es casi todo.


Exterminaron a sus nativos más bravíos, aquellos que les dieron de comer a sus ancestros mejores cuando de puro orientales eligieron dejar el terruño antes que de ser ellos mismos, pero adoptaron su mote y adaptaron su temple a la criolla pachorra. Tuvieron Escuela Pública laica gratuita y obligatoria desde antes que todos y la defienden en todos los discursos y ámbitos, pero desde el más pichi hasta quienes dirigen la enseñanza y el país -si pueden- mandan a sus hijos a la privada, porque es mejor.


Bicho raro, empecé por decir.


Un uruguayo que vive acá al lado nomás, tan junto a mí que a veces me parece que está dentro, que antes me decía que el fóbal es el opio de los pueblos, me dijo hace un ratito ¡Qué lindo es ser uruguayo! ¡Así, no hay problema con perder! ¡Nos ganaron, pero no nos derrotaron!. Con un juez decente exprimíamos la naranja exprimíamos.". Cuando se enoja se pone capicúa al hablar. Simpático.


No me costó saber de qué hablaba: hace semanas que en el país no se habla de otra cosa que no sea el Mundial. En el ómnibus, en las oficinas, las escuelas, los velorios, las fiestas de guardar, sin distinción de género, edad o estatus.


"No tenemos un Messi ni un Ronaldo (en cualquiera de sus versiones), pero nos tuvieron que afanar para ganarnos. Los del 10 se tomaron el trabajo de juntar los "errores" del Uzbeko: doce, como los Apóstoles. Terminamos clavados. Tres veces, como el Flaco".


Ya les dije que en cada oriental habita un hereje.


"Los boludos de los parodistas deportivos dicen que nos ganaron bien, que son mejores. ¡Como si eso tuviera algo que ver con ganar!! Desde siempre Argentina y Brasil son mejores que nosotros, y les pintamos la cara a cada rato. Once contra catorce pueden ganar una vez, cuando los catorce son suficientemente torpes. Cuando son verdaderamente malos (que es cuando son buenos pero aviesos), sonamos".


- Dicen que no, repliqué. Que los uzbekos cantaron el himno con nosotros.


- "Capaz que es cierto, porque supieron cumplir... con el malparido de Blatter. Y bue. Ya lo hicieron con Turquía la otra vuelta para meter a Corea, y antes con Croacia. Es como cuando la Falta salió tercera en Dictadura: hay que festejar como si fuéramos campeones".


Me gustan los orientales. Estos. Que festejan cuartos puestos milagrosos para cualquier otro, despreciados hasta Malasia en uso de una superioridad que ya no es ni será tal, ahora que los demás se avivaron y no se matan entre sí, ahora que todo se ve con zoom y no podemos dar piñazos gloriosos o tirar tierra en los ojos del golero, ahora que el fútbol es negocio y espectáculo de gordos de Armani animando la economía mundial, no deporte de machos sublimando la guerra visceral.


Ojalá puedan ser así, como estas semanas. Pero siempre, no sólo al saber que se les va la vida. Siempre que sientan que los dejan injustamente sin lo suyo. Siempre. Cada día. En la calle, con la bandera de cada uno abajo de la de todos. Sonrientes y felices (no resignados o tristes) de haber nacido por azar, ya que no por gracia divina, en este maravilloso rinconcito (que no culo) del mundo, en la banda oriental del río que caracolea, donde cantan los pájaros pintados y abreva una nación absolutamente única.


Como todas. Pero suya.


Gracias gurises, por hacerme querer ser uruguayo. Otra vez.