jueves, 25 de noviembre de 2010

300 de noviembre


Hace hoy exactamente doce años que, el 25 de noviembre de 1998, el dictador Augusto Pinochet comenzó un periplo por los Tribunales del mundo, bastante menos prolongado y duro que el que a muchos nos parecía justo y menester.


Ese día me di cuenta de que mi herida para con la barbarie militar estaba sanada. Lo dije y me llovieron reconvenciones, como sucede cada vez que propongo una tesitura de cuidadoso respeto por el dolor de los familiares directamente involucrados, y una humanización y des politización final, definitiva y honesta de un tema que nunca debió contaminarse con tan baja utilización.


Por mantener plena vigencia, te hago llegar el mail que escribí aquél día, cerrando el prólogo con un dolor que sobrevive. ¡Qué no daría yo por poder archivarlo de una vez porque ya no hay razones para seguir diciendo lo que dije, ni más ni menos que doce años atrás!


Hoy es, no otra vez sino por primera y última vez, 25 de noviembre. El pasado es Historia, el futuro ilusión. Disfruta del regalo de este maravilloso día.



Sent: Wednesday, November 25, 1998 8:41 PM Subject: FELIZ 25 DE NOVIEMBRE

Hola.

Es raro.

Cuando empecé a pensar en escribir este mail tenía unas ganas bárbaras de que el asunto del mail fuera: 30.000 veces feliz cumpleaños, Don Augustito. Pero ahora ...

La vida me regaló hoy dos momentos fantásticos. Cuando me levanté, encontré pronta para ser arrojada a la basura una revista que una amiga me prestó hace años; en cuya última página venía este artículo, tomado de "Cuando la gente buena sufre", Harold Kushner, Editorial EMECE.

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Una pregunta esencial

Somos capaces de soportar cualquier carga si pensamos que lo que estamos haciendo tiene un significado. Sin embargo, las cosas "malas" que nos suceden durante nuestra vida carecen espontáneamente de significado.

Somos nosotros quienes podemos dárselo. Podemos redimir estas tragedias de su carencia de sentido, imponiéndoles un significado desde nosotros mismos. Las preguntas que debemos hacernos no son "¿Por qué me sucede esto a mí? o ¿Qué hice para merecer esto?, porque esas son preguntas inútiles y sin respuesta. Sería preferible preguntarnos "Ahora que me ha sucedido esto: ¿qué voy a hacer al respecto?

Martin Gray, sobreviviente del Gueto de Varsovia y del Holocausto, cuenta que logró rehacer su vida. Tuvo éxito económico, se casó y formó una familia. La vida le parecía buena, más allá de los horrores del campo de concentración. Un día su esposa e hijos fallecieron cuando un incendio forestal destruyó su casa en el Sur de Francia. Gray estaba desesperado: esta nueva tragedia lo llevó al borde de la locura.

La gente insistía en que exigiera una investigación para averiguar las causas del incendio, pero él prefirió emplear sus recursos en un movimiento para proteger a la naturaleza de incendios futuros.

Explicó que una investigación se concentraría únicamente en el pasado, en cuestiones de dolor, pena y culpa. Lo enfrentaría con otras personas (" - ¡Alguien cometió una negligencia!. ¿De quién fue la culpa?"), y buscar un villano, acusar a otro por el dolor propio, sólo deja más sola a una persona. La vida, concluyó, debe ser vivida por algo, no contra algo.

Nosotros también podemos superar las preguntas que se concentran en el pasado y en el dolor y hacernos, en cambio, la pregunta que abre las puertas del presente y el futuro:

"Ahora que me ha sucedido esto: ¿qué voy a hacer al respecto? "

Los hechos de la vida y de la muerte son neutrales. Nosotros, con nuestra respuesta, le damos al sufrimiento su significado. Las enfermedades, los accidentes, las crisis económicas, las tragedias humanas matan personas. Pero no matan, necesariamente, la vida o la fe.

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Si hubiera sido lo único bueno del día, hubiera valido la pena compartirlo, ¿verdad?

El segundo regalo fue que a las diez de la mañana, mientras estaba escribiendo el texto de un espectáculo que empiezo a imaginar, llegó Oscar Guajardo, mi amigo chileno.

Estábamos conversando, olvidados de todo, cuando en la radio que escuchábamos el tono del locutor que interrumpió la música se impuso a nuestra alegre distancia y nos contó que, con su inmunidad, había comenzado a terminar la impunidad del General Pinochet.

Un abrazo de esos que gracias a Dios he podido saber lo que son, nos unió por largos segundos, mientras la emoción nos abarcaba en toda su dimensión. A los pocos minutos llamé a Roberto, otro amigo con amigos en Punta Arenas (y bajo muchas arenas), quien no se había enterado, y me bendijo como portador de tan buenas nuevas.

Y ahora, a las tres de la tarde de un día que empezó gris pero que poco a poco parece querer tomar tono festivo, cuando quiero mandarles el mail, comienzo a dudar, a no saber qué escribir, por no saber lo que siento. Y lo voy analizando contigo mientras escribo.

En un principio no me quedó claro. Era como que la irrupción del espíritu del artículo anterior me había cortado el festejo; pero no. Ahora entendí: me parece que ya fue suficiente. Que esos segundos con mis dos amigos ocuparon todo el tiempo que merece en mi vida y en mi corazón un ser como el hoy (por razones felizmente diferentes) nuevamente notorio militar.

Y que todo el amor y la solidaridad con sus víctimas, más todo el festejo del mundo por la caída de este hijo de puta, no mitigarán el dolor pasado, como tampoco todo el rencor del mundo servirá para nada.

Sin parecerme mal que le juzguen y condenen quienes se sientan capaces de hacerlo, creo que nada de lo que le suceda en lo que le quede de vida será lo que Pinochet merece. Y me doy cuenta que ya tampoco se lo deseo. Este es el tercer regalo que me ha hecho este glorioso día.

Por eso lo del asunto.

Un beso y/o un abrazo. Tú eliges.

2 comentarios:

  1. Hola. Me he dado una vuelta por tu blog y me gusta bastante. Aprovecho para dejarte la dirección del mío por si te apetece hacer una visita:

    http://hayquejodersepuntocom.blogspot.com/

    Un saludo y, con tu permiso, me quedo un rato leyéndote.

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  2. Pase nomás, póngase cómodo y -si le viene bien- comente, contradiga, apruebe.

    Y no disfrute o se joda solo: recomiéndelo (a amigos o enemigos) ~(:)

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